Ya el año pasado escribí unas líneas tras disfrutar
del concierto de Santa Cecilia. Este año vuelvo a hacerlo, agradeciéndote de
antemano a ti y a la banda los regalos que nos hacéis con vuestro trabajo
callado y constante.
Es muy bonito ver cómo entran nuevos músicos, cómo
vuelven los que por el devenir de la vida tuvieron que irse, cómo os
recuerdan muchos de los que estuvieron y ya no pueden estar. Es bonito ver a la banda viva.
Y es muy bonito también, ya te lo he dicho muchas
veces, esa capacidad que tenéis entre todos de hacer algo tan hermoso como interpretar, por
ejemplo, esa Canción del olvido que a más de uno hizo saltar las lágrimas.
Sois muchos y diferentes unidos por algo tan grande
como es la música. Y no me canso de decirlo. Lo vuestro es un trabajo de todos.
Es un trabajo en equipo verdaderamente modélico.
Y ver esto es lo que en este momento de mi vida más
me toca la fibra. Tú, y me alegro de verdad por ti, gozas del inmenso placer de
ver cómo al conjuro de tu batuta, de la diversidad, diferentes edades, sexos,
instrumentos, surge una armonía como la de ayer. Debe ser maravilloso saberse
capaz de obrar este prodigio. Tiene algo de divino. Disfrútalo, tú que puedes.
La grandeza de cada uno de tus músicos y la tuya
propia, está en hacer cada uno su tarea lo mejor posible, no para que le vean a
él, sino para que todo suene mejor. Tú, y es bueno y justo hacerlo, destacas a
quien lo ha merecido después de cada pieza, pero estoy seguro de que el
virtuosismo del que haces levantar para recibir la merecida ovación, es grande
en la medida que hace grande a la banda, en la medida que os hace grandes a
todos.
No se trata de ser un gran músico, sino de ser músico
de una gran banda, y para eso, sólo para eso, hay que ser un gran músico. Porque
ser un gran músico, aunque lo seas, sólo para brillar en todo tu esplendor, será
vanidad, triste y estéril vanidad.
Por los hermosos frutos de vuestro trabajo veo que
esto lo tenéis claro. Por eso os doy la enhorabuena. Por eso te doy la
enhorabuena y me alegro por ti, Pascualín. Por ser capaz de convertir tu batuta
en la varita mágica, se parecen tanto, capaz de obrar ese prodigio del que
disfrutamos ayer.
¡Gózalo! Lo mereces y sepas que te envidio, en eso te
envidio.
Una vez más, a ti y a la banda, ¡gracias!
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