Nos decía la hermana Pilar en el desayuno del
viernes, en una espontánea y breve charla, que la Fe no es, como se decía tradicionalmente, creer
en lo que no se ve, sino fiarse de Dios. Como nos fiamos de la gente que nos
quiere. Y añadía que fiarse de Dios es el camino a la felicidad. Y nos deseaba
a todos los que la escuchábamos que fuéramos felices. Que nos fiáramos de Dios.
Escuchándola, pensaba yo también en algo que he ido
descubriendo a lo largo de mi vida. Que esa felicidad de la que nos hablaba la
hermana Pilar, esa felicidad de la que la noche del jueves, de un modo tranquilo
y entrañable, nos hablaron también Pablo, Judith y Antonio, esa felicidad de la
que nos habló Diego, en la eucaristía, allá arriba, en la cueva, la quiere Dios
para todos los hombres. Es la voluntad de Dios que los hombres seamos felices,
ya aquí, en este mundo nuestro, en el día a día.
En la película Daens, que tan “dignamente soportasteis”,
casi dos horas y media, visteis claramente cómo el hombre es capaz de ir
directamente contra la voluntad de Dios en nombre de Dios. Visteis cómo el abad
Daens pelea por la justicia, la dignidad, la libertad de los obreros y cómo
sufre por ello. ¿Fue feliz el abad Daens?
Y es que la felicidad de la que nos hablaban Pilar,
Pablo, Judith, Antonio, Diego, no es la de “qué bien estoy yo aquí y a los
demás que les joda un pez”, como dice un amigo mío, es una felicidad que va
mucho, mucho más allá.
A esa felicidad no se llega por cualquier sitio. Hay
un camino. Y ese camino es la lucha por el hombre. Lucha tan dura que nadie
puede afrontar solo. Necesitamos fiarnos de Alguien que ya peleó, aparentemente
fracasó y definitivamente triunfó. Él es el Camino, y todos los que codo a codo
peleen con vosotros, serán vuestros hermanos en la lucha.
Sí, fiarnos de Jesús es tener Fe. Decirle no te
entiendo del todo, no lo tengo claro, tengo malos días, meto la pata, a veces
estoy confuso, incluso tengo miedo, pero me fío de Ti. Sé que aunque tantas
veces me vaya por otros caminos, sólo siguiéndote a Ti seré feliz y sólo Tú darás
sentido pleno a mi vida.
El camino de Jesús es cumplir la voluntad de su
Padre, la voluntad de Dios que no es más, como ya hemos dicho, que la felicidad
plena de todos los hombres. La tuya también. El camino de Jesús es pelear por todo
lo que haga felices a los otros, la justicia, la libertad, la dignidad, el amor
en suma. Y eso es lo que te puede hacer feliz de verdad a ti.
Porque dedicar la vida a esa justa y necesaria pelea
por el hombre es la vocación que puede dar sentido a cualquier forma de vivir
la vida, a cualquier profesión, y hacerlas resistentes a los disgustos, al
cansancio, al desánimo, a los golpes bajos, a los desprecios, a la ingratitud, a
los fracasos…en suma, resistentes al mal.
Este mismo año salís del “cole” al mundo. ¡Ojalá que el
recuerdo de lo que en esta breve convivencia, allá arriba, en "la Montieleta" , hayáis
podido vivir, junto al recuerdo del Camino de Santiago y al de, quizá, otros momentos vuestros
que sólo vosotros conocéis, sean todos ellos una lucecita más en vuestro
camino, un faro que os recuerde dónde esta la costa!
Y tened claro que si después de todo no os fiáis de
Él y andáis por otras veredas, libres sois de hacerlo. Pero tened claro también
que por lejos que os vayáis del camino, por perdidos que andéis por la vida, por
mal que lo hagáis aunque os “vaya bien”, siempre, si ponéis rumbo a esa
lucecita, a ese faro, os estará esperando Alguien que os quiere muchísimo y que
simplemente os aceptará tal cual sois, tal cual lleguéis a Él y os abrazará
como nunca nadie os ha abrazado. Porque os está esperando, nos está esperando
desde el principio de los tiempos.
Si no estuviera seguro de esto, no se qué habría sido
de mi hace ya mucho tiempo y no os lo diría.
¡Que el “camí sigui llarg, ple d´aventures, ple de
coneixences”!
¡Y que Dios os bendiga!
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