FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

martes, 15 de marzo de 2016

Breve relato de una escapada a Soria.

Como dije anteayer, este pasado fin de semana nos fuimos, con unos amigos, a Soria. El paisaje castellano, la pequeña y entrañable ciudad, buen comer, mucho frío, nieve en las montañas, y sobre todo literatura, mucha literatura.
Empezamos el sábado en la ermita del Mirón, a donde llegamos por un agradable paseo. Soria, el Duero allá abajo y un sencillo monumento a Antonio Machado y Leonor. Por allí paseaban el poeta y su jovencísima esposa los tres años en que fueron felices.
Por un sendero bajamos al río, a cuyas orillas, a orillas del Duero, dimos un largo y delicioso paseo que nos llevó a San Juan de Duero, al pie del Monte de las Ánimas, en cuyo claustro rememoramos a Bécquer y su famosa leyenda.
Se nos había hecho la hora de comer y, atravesando el puente de ocho ojos que, según el romántico poeta, Beatriz y Alonso cruzaron juntos por última vez aquella noche de difuntos, fuimos al Casino donde Machado y Gerardo Diego pasaron antaño largas horas. Está muy bien conservado, y es toda una experiencia. Comimos bien y a muy buen precio, y leímos, ¡cómo no! el poema que dice, “Este hombre del casino provinciano…” ¡sublime!
Y después de comer, disfrutamos, gratamente sorprendidos, del magnífico museo que han montado en el último piso del edificio. Lo llaman la Casa de los Poetas y es sencillamente impresionante. Dedicado a Bécquer, Machado y Gerardo Diego, da para mucho tiempo, pero tuvimos que irnos para llegar, antes de que cerraran, al Espino, el cementerio de la ciudad, donde reposan los restos de Leonor. Allí leímos ese poema, evocador y sentido, titulado a José María Palacio. ¡Emocionante!
Después, un ratito junto al “olmo seco, hendido por el rayo y en su mitad podrido”, y con un frío bien vivo, nos adentramos en el animado centro de la ciudad donde tomamos un trenecito turístico que nos llevó a San Saturio, increíble rincón a las afueras de Soria, junto al Duero, y también muy, muy machadiano.
Ya de nuevo en la ciudad, visitamos el instituto Antonio Machado, donde el poeta impartió clases, y que tuvo el doble privilegio de contar años después, entre sus profesores, con Gerardo Diego. ¡Qué profesores, por Dios, qué profesores!
Acabamos el día gozando del atardecer junto al río, caminando a buen ritmo entre la ermita del Mirón y San Saturio, mientras nuestras bienamadas se sumergían de nuevo en el bullicio de la ciudad.
Una buena cena, un paseo a dos grados bajo cero y a dormir, porque el domingo había que ir a la Laguna Negra. No pudimos llegar, pues la nieve cortaba la carretera y quedaba muy lejos aún para ir andando, pero sí leímos, al solecito, bajo los pinos del valle de Revinuesa, la leyenda de Alvargonzález. ¡Genial!
Y luego, sin prisa, regresamos a Soria, donde comimos y desde donde contemplamos la "mole del Moncayo, blanca y rosa, allá, en el cielo de Aragón, tan bella…”
En fin. Una delicia. De verdad. Una delicia en todos los aspectos, pero sobre todo por ese baño de literatura en el que estuvo muy presente, de un modo especial, el bueno de don Antonio Machado.
A continuación algunas fotos, y más adelante, poco a poco, otras que ilustrarán nuevas entradas que voy a ir madurando, porque un viajecito así da para mucho.


Paseando por el camino a la ermita del Mirón.
Monumento a Antonio y Leonor cerca de la ermita del Mirón.
Contemplando el Duero.
A orillas del Duero.
Al pie del Monte de las Ánimas, el final de la leyenda.
Contemplando junto al Duero, las antiguas murallas de Soria.
El claustro de San Juan de Duero.
Poema de Gerardo Diego, a la entrada del Casino.
Poema de Antonio Machado, a la entrada del Casino.
Una de las salas del Casino.
Globo terráqueo que tenía Antonio Machado en su aula. Está en el museo.
Tumba de Leonor, en el "el alto Espino, donde está su tierra".
Grabado situado a los pies de la sepultura de Leonor.
San Saturio al atardecer, reflejándose en el río.
A la memoria de Gustavo y Valeriano Bécquer, la ciudad  de Soria...
Montañas de la Laguna Negra. A la sombra de estos pinos leímos la leyenda de Alvargonzález.
"¡Oh mole del Moncayo, blanca y sosa, allá, en el cielo de Aragón, tan bella", desde el parador Antonio Machado.





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