Pierre
Tellhard de Chardin, jesuita y paleontólogo francés, fallecido el domingo de
Pascua del año 1955, ignorado por la jerarquía en sus tiempos y declarado hijo
preclaro de la Iglesia por Juan Pablo II, fue una de las personas que más
influyó en mi vida en mis años de adolescencia y primera juventud.
Desde
que lo descubrí a mis 17 añitos, me dedique a buscar, comprar y leer todas sus
obras, pasando, en su lectura, días de intenso gozo y descubriendo cómo fe y
ciencia se fundían en un abrazo que daba pleno sentido al universo y a la vida.
Hoy,
día de Jueves Santo, empañado de modo particular por el dolor del último
atentado terrorista, quiero compartir un texto de una obra suya titulada La
misa sobre el mundo.
Es
domingo, y Telihard de Chardin está en unas excavaciones. No tiene ni pan ni
vino, y al amanecer, en un alto próximo a las instalaciones, celebra una misa
en la que el altar es la tierra entera y el pan y el vino, el trabajo y el
dolor del mundo.
Ya no
en los bosques del Aisne, sino en las estepas de Asia, no tengo ni pan, ni
vino, ni altar. Otra vez, Señor. Por eso me elevaré hasta la pura majestad de
lo real, y te ofreceré, yo, tu sacerdote, sobre el altar de la tierra entera, el
trabajo y el dolor del mundo.
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