Escribo con la tele dando nuevos datos
sobre los atentados de hoy en Bruselas, en la capital de Europa. Y el cuerpo me
pide poner una vez más el crespón negro en el blog. Y lo voy a hacer, pero
antes necesito justificarme a mí mismo algo muy difícil de justificar.
¿Por qué cuando “El Mal” golpea en
Bélgica o en Francia pongo el lazo negro y cuando lo hace en Turquía, en Siria,
en Kenia, por ejemplo, ni me lo planteo?
Honestamente creo que no hay
justificación. Y ese es uno de los grandes problemas a los que nos enfrentamos
a la hora de vencer a “El Mal”. Hasta que no tomemos plena conciencia de que el
yihadismo rompe cualquier frontera, minimiza cualquier diferencia entre
nosotros, no tendremos la más mínima posibilidad de enfrentarnos con éxito al
advenimiento de una nueva “Edad Media”, oscura y siniestra, que tendrá, y ya
tiene, la capacidad de destruir los logros más valiosos de nuestra cultura.
Entono pues el “mea culpa”.
La cuestión es que casi todos los días
estaría el crespón negro en el blog. Ésa es la realidad que hemos de aceptar.
Sin embargo hoy lo voy a poner. Y lo voy a poner por todas las víctimas de este martes triste,
y por el significado profundo que tiene el hecho de haber sucedido en la
capital de Europa.
Porque yo creo en Europa, con sus muchas
sombras y sus muchas luces. Con sus incoherencias y errores. Con su historia
terrible. Con su empeño en reconstruirse una y mil veces. Con su capacidad de
mirar al futuro… Por eso pongo el crespón negro.
Y lo pongo también porque voy a intentar
tener presente, de ahora en adelante, a esos otros “muertos de segunda” que vivían
más allá de nuestras fronteras y que no son más que una escueta noticia en
nuestros informativos.
Por eso pongo ahora, una vez más, el
crespón negro.
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