Quería
haber escrito esto antes, en cuanto me enteré. Porque creo que noticias como estas
se dan pocas veces. ¡Y son tan bonitas! Sucedió en Galicia.
En
un partido de fútbol de tercera división, un jugador renuncia a
marcar un gol seguro, porque se ha percatado de que el portero se ha lesionado.
Y tira el balón fuera.
Me
vais a permitir una expresión basta, pero es la que me salió del alma cuando oí
la noticia en la tele. ¡Olé tus huevos chaval! Eso es ser un hombre, un hombre
de bien. Eso es jugar a fútbol con elegancia y clase. Muy bien Santi, tu gesto
me llena de alegría y me inspira respeto y profunda admiración.
Yo
no quiero hablar más. Cedo la palabra al periódico La Voz de Galicia, que en un
articulito cuenta lo ocurrido con más detalles que yo y más sabiduría futbolística,
sabiduría de la que yo carezco.
Cuando
el gol no justifica los medios. El ariete del Compos renunció a marcar ante el
Alondras al ver que el portero quedaba lesionado y tendido. M. G. REIGOSA.
31/01/2017
05:00 La voz de Galicia.
Hay
una frase perversa que dice que «entre el honor y el dinero, lo segundo es lo
primero». Pero también hay acciones, como la del compostelanista Santi Gegunde
en Cangas, que la contradicen sin discusión. Le tocó escoger entre un gol
manchado o una renuncia inmaculada. Y decidió que el fin del gol no justifica
los medios. El Compos acabó ganando 2-4 al Alondras y, tras la elección de su
ariete, puede presumir de que esa victoria llegó envuelta en la bandera del
buen fútbol y la grandeza de la deportividad. El episodio del no gol es de los
que merecen relieve porque reflejan, como muy pocos, la esencia de la
deportividad. Santi Gegunde no dudó en ningún momento. Siempre está abierto el
debate de si hay que echar el balón fuera o no cuando un jugador rival se queda
lesionado. Porque a menudo no es fácil distinguir la frontera entre la realidad
y la picaresca. Con frecuencia, lo que hay detrás es un intento de perder
tiempo o confundir al rival para evitar un contragolpe. Pero siempre cabe
apelar al sentido común. En el Municipal de Cangas, cerca ya del intermedio y
con 0-1 en el marcador, hubo una jugada en la que el portero local, Martín,
sale para tratar de anticiparse a Diego Rey. Cae en mala posición y queda
tendido sobre el césped. Diego Rey no se percata y envía el balón a Santi
Gegunde quien, con todo a favor, ni siguiera se gira para buscar la portería y
echa la pelota fuera de banda. No quiso sacar ventaja de una acción
desgraciada. El guardameta está ya en su domicilio, a la espera de que le baje
la inflamación para realizar una resonancia magnética que determine el
diagnóstico. Pero el pronóstico apunta a una grave lesión de rodilla.
Y yo
quiero añadir que aún en el caso de que la lesión del portero hubiese sido una
farsa, que no lo fue, la grandeza del gesto de Santi seguiría intacta. Más aún,
sería más grande todavía, porque la honestidad y la buena gente brillan más ante
la mezquindad y los sinvergüenzas. Como las espadas élficas ante los trols.
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