Se
acaba enero, el tercer mes consecutivo con más de 100 litros de lluvia, y con
la guinda de una nevada histórica. En noviembre 104 litros, 148 en diciembre y
este mes 163. 415 en tres meses, meses de días cortos y fríos, que permiten que
el agua se quede, y penetre, y lleve la vida a la tierra. Desde 1998 al menos,
esto no sucedía.
La
larga sequía que tanto daño hizo está herida de muerte. Y si la próxima
primavera es lluviosa, muerta. Sí, la sequía volverá a azotarnos pero, probablemente,
quede ahora lejos ese día. Así es nuestro clima.
Disfrutemos
ahora del agua que corre por ramblas y barrancos; de las fuentes que han
rebrotado; de las charcas y lagunas que ni tan siquiera sabíamos que
existieran; y de la nieve que sigue y seguirá cubriendo nuestras montañas más
altas.
Y
preparémonos para una primavera espectacular. Los almendros ya la anuncian, y
el verde sano y vigoroso que surge por doquier no es más que un aperitivo de lo
que se avecina.
Estoy
contento, sí. He esperado largos años para poder escribir unas líneas como
éstas. Me alegra ver cómo la vida vuelve a nuestra tierra. Una vida que hará
hermosos incluso esos paisajes rotos que, aunque no serán ni sombra de lo que
podrían ser, desde su degradación y abandono, se vestirán también de primavera, humildemente.
Un invierno de los que realmente gustan
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