Vaya
por delante que desde el primer momento en que conocí eso de Masterchef me
desagradó profundamente. Ya en su momento escribí en el blog los motivos (14 de
marzo de 2014) Podéis leerlos. No voy a repetirlos ahora.
Pero
como el caso es que el inventó funcionó había que explotarlo. Dicho de otra
forma, descubierto el filón había que agotarlo. Y entonces llegaron otros
Masterchef como el Masterchef junior, el más infame de todos. Y vamos por el
cuarto.
Ayer
fue la final. Ya se ocuparon de que nos enteráramos todos. Ni sé ni me importa
quién ganó. Imaginó que la audiencia sería máxima y que todo el mundo estaría
tan contento.
Sí,
todo un espectáculo. Las emociones humanas, tensadas hasta el límite,
convertidas en espectáculo de masas. Las emociones humanas de niños. No de adultos,
de niños.
¿Quién
ha pensado en el impacto psicológico en los menores que puede tener sumergirlos
de lleno en un mundo artificial y contradictorio como es un “reality show”?
¿Quién ha pensado en las consecuencias para ellos de someterlos a una competición
pública de semejantes dimensiones? ¿Quién ha pensado qué quedará de ellos
después del temporal mediático en el que los hemos metido?
Sus
padres, evidentemente no. Las autoridades educativas tampoco. La legión de
especialistas, psicólogos, pedagogos etc, que nos rodea, no veo que hayan hecho
nada, al menos nada sonado. El defensor del
menor, silencio.
Y el
gran público feliz y entretenido. Como felices todos los que han sacado
sustanciosos beneficios de este circo. Y los que seguirán sacándolos. Quizá
hasta los protagonistas, los chiquillos inmolados, estén ahora felices, aunque
seguro que no todos. Seguro que no todos, pero eso ya es daño colateral
inevitable, desechos del sistema. ¿A quién le importa?
¿Sabéis
a qué me recuerda esto de Masterchef ? A la película Los juegos del hambre. Y si es Masterchef junior, a Los juegos del hambre con niños. El
paralelismo es absoluto. Personas lanzadas a una competición pública a vida o
muerte, a los que se les trata con artificial exquisitez, se honra y olvida a los que
caen y se endiosa a los vencedores. ¿Para qué? Para el goce y disfrute de las
masas.
¿Veis
alguna diferencia? Que aquí no los eligen, se presentan. No, los eligen sus
padres, ellos no eligen. Que aquí no muere nadie. Físicamente no, claro. Pero
hay muchas formas de matar un niño, de romper su desarrollo natural; hay
muertes lentas, a largo plazo. Las hay. Y más, si herimos a estas edades.
Llevo
más de treinta años trabajando con niños. Y si algo he aprendido es que
necesitan como el aire, nuestro respeto y nuestro cariño para poder llegar a
ser lo que tienen todo el derecho del mundo a ser: hombres y mujeres libres,
felices y en paz.
Por
eso me duele, como otras muchas cosas que les hacemos, esta utilización de la
infancia innoble y rastrera, inteligentemente disfrazada para que sea fácil de
justificar. Y me duele y me indigna el silencio social. Me he tomado siempre
muy en serio a los niños como para tragar con esto.
¿Es
tan raro y descabellado lo que pienso? En esto, como en otras muchas cuestiones,
me siento un poco solo. Y no me gusta, no es cómodo. Preferiría pensar como la
gran mayoría que aplaude y disfruta con el espectáculo, con el triste
espectáculo de Los juegos de masterchef junior.
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