Aunque sea por la libertad, seguirá cabalgando. |
Muchas
y desagradables van a ser las sorpresas que nos va a deparar la era Trump. Y
que se quede ahí, en desagradables solo, porque con semejante individuo el
asunto puede ir a mayores.
Una de
las primeras medidas que ha tomado, por si nos os habíais enterado, ha sido
retirar el castellano de la web de la Casa Blanca. Es un gesto extremadamente
elocuente y de un hondo significado.
Son
los Estados Unidos el segundo país, después de Méjico, con mayor número de
hispanohablantes. Más de 40.000.000 de personas lo hablan en sus casas, y fuera
de ellas donde pueden. Más de 8.000.000 lo están estudiando. Y está en
expansión.
Pero
toda esta gente al señor Trump le da igual. Más aún, estoy convencido de que le
molesta. Tiene muy claro que hay en su país dos clases de ciudadanos. Los de
primera, de habla inglesa y los de segunda, caracterizados, entre otras, por
hablar español y otras lenguas “inferiores”. Sí, estoy convencido que si
pudiera los expulsaría a todos.
Ya no
se trata sólo de levantar un muro. También de expulsar. Y a los que no se les
pueda expulsar, de “reconvertir”, de “reeducar”. En el fondo, y no tan en el
fondo, es una forma de limpieza étnica.
Imponer
o prohibir lenguas, y de eso sabemos demasiado en España, es uno de los
indicadores más claros de totalitarismo. Se empieza por la lengua, y luego se
sigue, se sigue…
Excluyendo
el castellano de la Casa Blanca nos ha dicho muchas cosas su nuevo inquilino. Ha
enseñado sus cartas. Y son claras, y dan miedo. Me dan mucho miedo.
Espero
que el pueblo norteamericano reaccione a tiempo. Que sus instituciones aguanten
la prueba de fuego que supone un gobierno populista y totalitario. La prueba de
fuego que supone un salvador de la patria.
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