Ha pasado en Villena, como podría haber pasado en cualquier sitio. |
Me he
enterado esta mañana de lo ocurrido en Villena. Un alumno de 17 años apuñala a 5 compañeros. De momento nadie sabe
por qué. Creo que, afortunadamente, no se teme por la vida de nadie.
Y
ahora viene el circo. El circo mediático que va a entretenernos durante unos
cuantos días. Políticos preocupadísimos, técnicos sapientísimos, docentes
implicadísimos y muchos más "ísimos", nos ayudarán a entender algo que nos parecía
que sólo ocurre en los EEUU. Y sabuesos justicieros saldrán también, en tropel, a buscar culpables a toro pasado, ¡claro! Porque alguien, con nombre y apellidos, tendrá que pagar por esto.
Pero
no, aquí también puede pasar. Ya ves. Con algunas diferencias culturales. Allí
a tiro limpio, en plan "far west” y aquí a navajazos. Es lo propio. A cada
uno lo suyo. ¡Faltaba más!
El
problema es que dudo mucho que este suceso haga reflexionar a la sociedad, y a
las autoridades políticas y educativas, sobre los verdaderos problemas de la
educación en España, y en particular en la Comunidad valenciana.
Por
eso, al final de la corrida todo quedará como quedó el asesinato de Abel
Martínez, aquel profe del que ya nadie se acuerda, excepto la gente que le
quería y que le seguirá echando de menos. Quedará como un hecho aislado que no marca
tendencia, que no indica nada en particular.
Y así,
nuestras autoridades podrán volver a preocuparse de sus seculares obsesiones. La
imposición del valenciano y exclusión del castellano, lengua "intrínsecamente
fascista". La identidad sexual de, parece ser, gran parte del alumnado. La
escuela concertada, corrupta y elitista por definición…
Porque
analizar de verdad el sistema educativo, sin prejuicios que prioricen los
problemas de un modo absolutamente dogmático y partidista, es tarea tan
necesaria como imposible, dada la catadura moral y el nivel intelectual de gran
parte de nuestros políticos. No de todos.
No es
esto de Villena un hecho aislado, sino un indicador, eso sí, muy elocuente de que hay
demasiados fallos en el sistema educativo. Y de que la sociedad, de la que el
citado sistema no es más que un reflejo, está cometiendo demasiados errores.
No
pretendamos que los señores políticos que se afanan en subrayar las diferencias
que nos separan, en demostrar machaconamente lo malos que son los otros, en recordarnos día a día la inutilidad del diálogo, en romper leyes y normas en aras de un
bien dudosamente superior, sean capaces de impulsar una educación diferente a
la sociedad que, ellos mismos y nosotros, creamos día a día.
La
clave está en volver a enfocar las dos cuestiones fundamentales. El fracaso
escolar y el respeto absoluto al que tiene derecho cada alumno y cada docente.
Y, luego, en tener el valor de analizar las causas que nos impiden alcanzar estos dos
objetivos, sin prejuicios ni intereses particulares, para buscar soluciones entre todos.
El
fracaso escolar es ante todo un fracaso social. La sociedad fracasa en cada
alumno que fracasa. Y las causas de este fracaso hay que buscarlas en una
sociedad profundamente incoherente y en un sistema educativo rendido ante el
imperio de lo políticamente correcto. Lo
importante es que “quede mono”, aunque sea una solemne majadería. Que tenga sentido y sea de verdad útil es
irrelevante.
Y el
respeto. El hecho innegable de que los niños y jóvenes tienen derecho a una
educación fundamentada en el respeto. En el respeto entre ellos. En el respeto de sus iguales a su identidad personal,
sea cual sea, consecuencia ésta de su identidad cultural, intelectual, social, sexual... En el respeto
a su libertad; a la libertad lingüística, a la libertad de pensamiento, a la libertad de
expresión.
Porque hay que garantizar el respeto entre ellos, sí, pero también el de los adultos y las instituciones a los niños y jóvenes, empezando por la educativa. Y también el respeto de ellos hacia los adultos y las instituciones. Y aquí hay mucho también que rascar.
Porque hay que garantizar el respeto entre ellos, sí, pero también el de los adultos y las instituciones a los niños y jóvenes, empezando por la educativa. Y también el respeto de ellos hacia los adultos y las instituciones. Y aquí hay mucho también que rascar.
Lo de
Villena es la punta de un iceberg, como fue lo de Abel Martínez, que nadie está
interesado en descubrir. No interesa conocer su verdadera dimensión, porque
dejaría al descubierto la inmensa mentira en la que vivimos. La espectacular
falla (y ahora me sale la vena valenciana) que es el sistema educativo donde
casi nada es lo que parece.
No hay comentarios:
Publicar un comentario