Si el jueves pasado me hubiese quedado tirado en la carretera, poco faltó, cuando en pleno temporal me fui a comer a Venta Gaeta, no se me hubiera ocurrido quejarme a nadie. Yo me lo había buscado.
Cierto
que llevaba un 4x4, ruedas nuevas, cadenas y conocía muy bien tanto el terreno
como ese fenómeno meteorológico que llamamos nieve. Pero estábamos en alerta
roja por nevadas. ¡Por algo sería! De hecho, cuando entré a comer nevaba bien
pero no cuajaba. Comí en media hora. Cuando salí, ya cuajaba, ya estaba todo
blanco y la nevada era intensa. En la carretera había ya un palmo de nieve.
Lo
digo a propósito de las numerosas y airadas protestas de mucha gente que se ha
quedado bloqueada estos días. Indignadísimos estaban. Había que buscar
culpables, porque uno nunca es culpable, son los demás. La culpa, quien sea
menos yo, y primero que todo, el gobierno, ¡claro!
Y yo
digo, vamos a ver, estábamos en alerta roja, ¡roja! El temporal llevaba tiempo
anunciado. Se cumplieron las previsiones. Se pusieron en marcha los equipos de
emergencia, protección civil, guardia civil, ejército. Pero el temporal era
muy, muy fuerte, como estaba dicho hasta la saciedad por AEMET. Y mucha, mucha
gente, pasando de alertas, muchos con turismos, sin cadenas, se echan a la
carretera. Y luego se quejan.
Se
juntan aquí dos cuestiones. El alejamiento de la naturaleza, que nos lleva a
subestimarla por desconocimiento, y la costumbre de buscar siempre una cabeza
de turco con tal de no asumir responsabilidades.
El
jueves y el viernes, tanto si uno no tenía más remedio que salir a la
carretera, como si salía porque sí, debía saber a qué se arriesgaba, y si le
pillaba el toro, pues paciencia. Hay que saber asumir riesgos.
Que se
habrán cometido errores por parte de las autoridades y los servicios de
emergencia, ¡por supuesto! Pero es que somos humanos y la situación era
extrema. Y repito, a nadie tenía que haberle pillado por sorpresa.
Por
eso, cuando no sé quién pidió públicamente disculpas, me dio rabia. ¡Qué disculpas,
ni que narices! Una colleja a más de uno que tenía que haberse quedado en
casita y no complicar la vida a quienes no tuvieron más remedio que salir, y a
los que se dejaron la piel por ayudarnos a todos en medio de un temporal histórico.
Y ojo,
que aún no se ha acabado éste y el fin de semana próximo igual viene otro; no
tan fuerte, creo. No tan fuerte.
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