Querido amigo Juan:
Cuando
ayer dejamos Guadassuar de camino a Ribarroja, no pudimos evitar un cierto
sentimiento de desgarro, aunque en realidad no lo sea. ¡Bueno, ahí se nos
queda! Fue bonito mientras duró…
Pero
estábamos contentos porque sabíamos que tú estabas muy contento, muy feliz. Y
esa alegría, esa felicidad tuya, se debía a que habías llegado a algo que
anhelabas profundamente, ser párroco de una parroquia con colegio. Y sabíamos
además que ese deseo era para servir, para entregarte, para proclamar a los
cuatro vientos el mensaje transformador, liberador, vivificador del Evangelio.
Y
entonces se me ocurrió una metáfora. Ayer llegaste a una cima que habías ido
escalando poco a poco. Desde que encontraste tu vocación y diste el paso de
ingresar en el seminario, de ordenarte después, de servir con entrega y alegría
en Ribarroja, en la Delegación de Enseñanza, en los Juniors…, hasta ayer.
Sí,
ahí, en el altar de tu nueva parroquia y en el momento de sentarte en la sede,
entre los aplausos de tantas personas que te quieren y a quienes quieres,
llegabas a la cima. Sé mucho de la alegría de llegar a una cima, y más a una
cima largamente deseada, por eso creo que puedo entenderte bien.
Desde
allí, como tú hiciste, das las gracias a Dios y a los hombres que te han
acompañado en el camino. Y miras por dónde has subido. Y sabes que ha valido la
pena el esfuerzo.
Y
desde allí, desde la altura, contemplas el valle. Sabes muy bien que has de
regresar. Has de bajar a ese valle porque allí hay mucha gente que te espera,
que te necesita. Y sabes también que tienes en tus manos mucha vida que dar,
mucha esperanza, mucha alegría.
Nos
pidió don Arturo al acabar la homilía que seamos felices. Sé que lo decía
porque él sabe que ésa es la voluntad de Dios, la felicidad del hombre. Pero no
una felicidad frágil, esclava siempre del azar y las circunstancias, sino esa
felicidad que viene de Dios y nos lleva a Él.
Ése es
tu trabajo en Guadassuar amigo Juan, ¿verdad? Cumplir la voluntad de Dios, y
para eso bajas al valle. Hoy sé que ya estarás en él, manos a la obra, no
sabiendo muy bien por dónde empezar, entre los que ya son también tuyos. Y la
cima de ayer quedará como un hermoso recuerdo, como quedan todas las cimas,
porque los hombres, después de todo, por hermosa que sea la cima, por bien que
estemos en ella, vivimos en el valle. Y hay tanta gente que nunca, nunca en su
vida a hollado una cumbre, ninguna cumbre, ni la más humilde… Tú que la has
visto, tú que la conoces bien… ¡Bájales, bájanos la luz de las cumbres, de la cumbre
más alta!
¡Enhorabuena
Juan! ¡Enhorabuena Guadassuar!
Tus
amigos Isabel y Jesús.
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