FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

domingo, 14 de octubre de 2018

San Pablo VI.



Hoy el papa Francisco ha canonizado a Pablo VI. Y he de decir que me alegra profundamente poder decir en adelante san Pablo VI.
Pablo VI fue el papa de mi infancia y juventud. Tenía yo 8 años cuando fue elegido, y 23 cuando murió de un infarto en Catellgandolfo.
Por mi relación con la Iglesia sobre todo a través del Movimiento Junior, primero en el ámbito parroquial y luego en el diocesano, tuvo en mí, Pablo VI, decisiva influencia.
Viví con gozo y con el entusiasmo de la juventud su valiente presencia en el Concilio Vaticano II y su posterior aplicación. Vi cómo cambiaba la Iglesia de arriba a abajo y abría puertas que aún hoy nadie se ha atrevido todavía a cruzar. En ello está el papa Francisco, y sólo él sabe el dolor y sufrimiento que esto le está causando.
En España, por sus difíciles relaciones con el gobierno de Franco, no tuvo buena prensa en amplios sectores de la sociedad. Recuerdo feos comentarios sobre él, desdibujados por un vago respeto por el hecho de ser, después de todo, el Papa. Me molestaban.
Recuerdo también la carta dirigida a los secuestradores de su amigo Aldo Moro, pidiéndoles de rodillas, en el nombre de Cristo, su liberación. El Papa, de rodillas ante unos terroristas. Aldo Moro apareció muerto al día siguiente.
Ya mayor, presintiendo su muerte escribe con extrema humildad sobre su vida: “Aflora a la memoria la pobre historia de mi vida, (…) débil, enclenque, mezquina, tan necesitada de paciencia, de reparación, de infinita misericordia. (…) Mi elección indica dos cosas: mi pequeñez; y tu libertad misericordiosa y potente, que no se ha detenido ni ante mis infidelidades, mi miseria, mi capacidad de traicionarte”.
Pero este reconocimiento de su humana debilidad no le quita el asombro ante el hecho de la vida y su gratitud por ella. Dice: “Esta vida mortal es, a pesar de sus vicisitudes y oscuros misterios, sus sufrimientos, su fatal caducidad, un hecho bellísimo, un prodigio siempre original y conmovedor, un acontecimiento digno de ser cantado con gozo y gloria: ¡la vida, la vida del hombre!”
Ya es santo de Dios y de la Iglesia este hombre que cargó sobre sus hombros una tarea titánica, formidable, cuyos frutos siguen y seguirán presentes entre nosotros.
Agradecimiento por su vida y alegría por su canonización.

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