Estas
palabras me dan escalofríos. Me parece terrible que se digan en la tele como algo deseable, y ¡claro!, al ser algo deseable, puede venderse el mensaje que trasmiten como reclamo publicitario.
Pienso que su significado profundo es, ante todo, demoledor.
Deja nuestra sociedad y nuestra forma de vida de la que tan ufanos estamos, por
los suelos.
Y no
es que diga que los abogados no hagan falta. Por supuesto que sí, y mucha, pero
habría que añadir, por desgracia. Porque es una desgracia para cualquiera tener
que acudir a sus servicios. En pleitos te veas aunque los ganes, dice la
maldición.
Pienso
que cuando "hemos de sentir el poder" de llamar a un abogado es porque nos hemos
topado con mala gente, con enfermos, o con individuos que gozan de ambas
cualidades simultáneamente. O porque somos nosotros esos malos bichos con los
que se topa la buena gente.Y eso no es deseable.
También
puede darse el caso, no poco frecuente, de que sean empresas o instituciones las
que nos llevan a este desdichado puerto. Pero da igual. Sea persona física o
jurídica, el caso es que hemos de llegar a ponernos en manos de un abogado.
En una
sociedad ideal no deberían hacer falta, porque personas e instituciones
actuarían de acuerdo a unos principios morales que cacareamos bien alto pero, a
la vista está, no pasan de quedarse en palabras altisonantes políticamente
correctísimas.
En
fin, ¡ojalá no necesitéis nunca sentir el poder de llamar a un abogado!
Personalmente nunca me ha gustado sentirme poderoso, ni pastar a la sombra de
los poderosos, ni inclinarme ante ellos. Mucho menos quiero verme en la tesitura de sentir ese poder
que nos venden como un bien y que, mirado de cerca, no es más que la
demostración más clara de nuestro fracaso como sociedad.
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