FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

sábado, 22 de febrero de 2020

Con el barro hasta las cejas.



Hace ya muchos años, cuando aún existía la EGB, aparte de lengua española daba educación física a los alumnos de los que era tutor, el B, y a los del A. Eran otros tiempos.
Era primavera y el río se había desbordado hacía poco, por lo que al volver a su cauce había dejado toda la ribera embarrada y llena de enormes charcos. Y entonces se me ocurrió una actividad diferente para la clase de gimnasia, que decíamos.
Les dije que trajeran ropa deportiva vieja y material para ducharse después de clase. ¿Para qué? decían. ¡Ah! sorpresa.
Llegado el día me los llevé, eran casi 40, al río, y bajo el puente viejo les di las instrucciones. Vamos a ir trotando. Cuando pite una vez, cuerpo a tierra, estéis donde estéis. Cuando pite dos veces, nos levantamos y seguimos. No se esquivan ni charcos, ni lodazales.
La cara de sorpresa fue digna de ser grabada, y un vídeo de aquella clase, hoy se haría viral, como dicen. Y empezó la actividad. Algunos se entregaron desde el principio en cuerpo y alma, a otros les costó un  poco, pero acabaron entregándose sin reservas. El tabú de pisar charcos y ensuciarse lo habían roto, y la sensación de libertad se trasformó en una fiesta tan inesperada como gozosa, y sana.
A medida que nos íbamos rebozando en el barro como croquetas, el vernos así unos a otros añadió a esa peculiar fiesta de libertad una risa incontenible. Y felices todos, yo el primero, regresamos al cole y entramos a los vestuarios. Y claro, aquí surgió el problema, porque por mucho cuidado que llevaron los chiquillos, las instalaciones sufrieron las consecuencias.
Sabía que el director me llamaría. Entré en el despacho y me dijo, muy serio, “espero que tenga una justificación pedagógica”. Y esa frase se la recordé el otro día, en mi cena de jubilación, a la que asistió, porque me pareció la más acertada que podía haberme dicho.
Le di la justificación, porque la tenía, y la entendió e incluso compartió, pero me hizo ver los “daños colaterales” que sufría el servicio de limpieza. Y me supo mal, y ya no lo hice con el otro grupo, lo que aún me recuerdan algunos cuando me ven. No sé si hice bien.
Eran otros tiempos ¿verdad? Hoy habría que hacer papeles antes justificando por escrito todo, e incluyendo la actividad en multitud de documentos tan farragosos como inútiles, y después una sesuda evaluación, con encuestas de satisfacción incluidas y demás zarandajas. También habría que pedir autorización a los padres para llevar a los niños al río y más aún, para rebozarlos en barro. Y quién sabe qué más mandangas que puedan ocurrírseles a los iluminados de los despachos que, como expertos, deciden sobre lo que ni saben ni quieren saber.
Por eso, aquel espero que tenga una justificación pedagógica, sin más, me pareció y me parece la respuesta justa y necesaria a una acción educativa de las que hoy ya no se pueden dar. Hoy la seguridad mata a la libertad; el miedo, a la creatividad; la letra, al espíritu. Y la educación sin libertad, sin creatividad, sin espíritu, sin alma, no es educación. Será otra cosa.
Aún hoy, echo de menos haber podido rebozar en barro también al otro curso. Y cuando algún antiguo alumno de aquel curso, casado ya y con hijos, me lo dice, a nosotros no nos llevaste, va afianzándose en mi mente una idea. El día que el río se vuelva a salir, si eso ocurre, estoy a disposición de quien quiera desquitarse y hacer muchos años después, aquella clase de gimnasia.
Sería toda una experiencia. Se aceptan retoños.

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