He
tardado en sentarme a escribir estas líneas porque no sé muy bien
por dónde empezar. Por eso voy a hacerlo repitiendo el breve texto que publiqué
ayer, antes de ir a la cena:
¡Qué
incomparables encuentro tus designios,
Dios
mío, qué inmenso es su conjunto!
Si me
pongo a contarlos, son más que arena;
si los
doy por terminados, aún me quedas Tú.
Rebosante
de agradecimiento, desbordado por vuestras muestras de afecto, pensaba en aquel
lejano día en el que entré al cole y me encontré con un 6º de EGB de 42
“cabrillas”, y toda una vida por delante. Y pensé en un tiempo más lejano aún,
cuando intentaba madurar mi vocación; pero de esto hablaré en otra entrada.
Pensaba
también en los 38 años que han pasado desde entonces, en las luces y en las sombras,
en las largas jornadas de desierto, nunca solo, y en los muchos oasis del
camino.
Y era
tanto y tan hondo todo lo que quería deciros que cuando cogí el micro y empecé
a hablar siguiendo un pequeño guion de unas pocas palabras, sabía que no iba a
ser capaz de expresar todo lo que quería y de que me dejaría mucho en el
tintero.
Y con
ese sentimiento me he quedado.
Pero
aquí entra el blog, que me permite compensar de algún modo esa sensación con la que sabía que me quedaría, hiciera lo que hiciera ayer por la noche.
Quiero
volver a daros las gracias de todo corazón; de verdad. Quiero volver a pediros perdón por todo lo
que no haya hecho bien; de verdad. Quiero repetiros, una vez más, que tanto
compañeros como alumnos me habéis dado mucho más de lo que yo haya podido daros;
de verdad. Quiero arroparos desde el fondo de mi alma con todo el apoyo y ánimo
que sé que necesitáis, y más en los tiempos que corren; de verdad. Quiero que
os cuidéis unos a otros como me habéis cuidado a mí; de verdad. Quiero que algún día
podáis decir, como hoy os digo yo, que pese a todo y por encima de todo, volveríais
a “gastar” vuestra vida en el cole, regalándola a “les cabretes conines” y no
tan “conines”; de verdad.
Y digo
de verdad porque cuando ayer os hablaba, cuando hoy os escribo, lo estoy
haciendo con la más absoluta sinceridad. Desnudando el alma sin miedo. ¿Por qué
ocultar los sentimientos cuando son ciertos y buenos? ¡Que vuelen libres, al
sol y al aire!
Y por
todo esto, porque puedo escribir estas líneas hoy después de todo y tanto, sé
que debo compartir también con vosotros, compañeros del alma, alumnos de
siempre, amigos, un hondo sentimiento de gratitud a Dios y de admiración por su
presencia en mi vida.
Por
esto repito por tercera vez en dos días,
¡Qué
incomparables encuentro tus designios,
Dios
mío, qué inmenso es su conjunto!
Si me
pongo a contarlos, son más que arena;
si los
doy por terminados, aún me quedas Tú.
¡Gracias
y que Dios os bendiga!
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