Escuché
el otro día, en un programa sobre extraterrestres que vi de pasada, el argumento
que utilizaban para alertarnos de que en un hipotético contacto con una
civilización alienígena llevaríamos las de perder, pues habría muchas
posibilidades de que no fuera pacífico. ¡Vamos! que ni encuentros en la tercera
fase, ni ET.
El
argumento en cuestión era muy simple. Si vienen aquí es porque tienen que ser
muy superiores a nosotros y por lógica histórica, el pez grande se come al
chico, es decir, las culturas más poderosas han engullido siempre a las menos
poderosas. Conclusión: si vienen se nos comen.
Y
entonces vino mi reflexión. Una superioridad tecnológica tal que les permitiera
llegar hasta nosotros, podría suponer una superioridad moral en la línea de un
mayor respeto por otras civilizaciones inferiores. ¿Por qué pensar que el
desarrollo tecnológico no puede ir de la mano con el desarrollo moral? Es un
pensamiento muy negativo, basado desde luego en nuestra historia.
Y aún
pensé más. Estoy casi seguro que un desarrollo tecnológico altísimo, si no está
acompasado con un desarrollo moral proporcional, produciría, más pronto o más
tarde, la destrucción de esa civilización.
En
otras palabras. Veo más probable que nos destruyamos nosotros mismos por un
desajuste entre ciencia y tecnología, y ética y moral, que la hipotética visita de extraterrestres que, puestos a llegar hasta
nosotros, habrían tenido que superar la grieta entre lo que podían hacer y lo
que debían hacer como especie.
Y haber
logrado eso, asignatura que tenemos pendiente los humanos, creo que habría
hecho que fueran buena gente, aunque quizá feúchos, cartilaginosos, verdes y
con antenas.
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