Y se
sorprenden de que haya gente que no quiera vacunarse. Y aún hay poca. Porque el
cachondeo que se han llevado, y se llevan, las autoridades, todas, con el
asunto de las vacunas, en particular con la Astrazeneca, y la amplificación que
los medios de comunicación han hecho del asunto informando de un modo caótico y
machacón, sin ningún tipo de rigor ni respeto por el informado, aún está
teniendo pocas consecuencias.
Como
no estamos bastante hartos, cansados, agobiados, preocupados, desorientados,
pues leña al bombo. A seguir asfixiando al personal, que eso vende.
Porque
en este nuevo capítulo de la pandemia, el de las vacunas, no son tanto las
autoridades sanitarias y políticas, a menudo confundidas en extraña amalgama,
las que más daño están haciendo, que también, sino sobre todo la radio, prensa y
televisión que han mostrado una vez más a donde lleva la libertad de expresión
sin principios éticos.
Y no
es bonito el lugar al que hemos llegado. No era suficiente el miedo al virus,
había que añadir el miedo a la vacuna. Y bien que lo han añadido entre unos y
otros.
¡Ale!
Lo dicho, a seguir asfixiando al personal. Luego ya veremos lo que pasa. Porque
cada vez nos están poniendo más fácil acabar perdiendo el juicio. ¿Qué no será
todo un complot de psicólogos y psiquiatras para asegurarse largos años de abundante
y seguro trabajo?
Porque
desde luego que lo tendrán.
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