Hoy se celebra el día internacional de las montañas.
Yo no lo sabía, me lo ha dicho Isabel que está, como siempre, al tanto de todo.
Y porque este día nos toca particularmente, queremos celebrarlo compartiendo
diez montañas y un texto con el que me siento totalmente identificado, de mi
querido y respetado Conde Henry Russell.
Ahí van las fotos. Luego el texto.
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Bisaurín, de 2669 metros, una cima en la que he estado en las cuatro las estaciones del año y muchas veces. |
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El Monte Perdido, en el centro, de 3353 metros. Pasé un día de octubre totalmente solo en su cima. |
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La Pica Carlit, gigante de la Cerdaña, de 2921 metros. Subimos Isabel y yo. Su conquistador, el Conde Russell. |
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Pico Petretxema, de 2360 metros. Subimos J.Luis, Isabel y yo en medio de la niebla. Un mundo de roca y abismos. |
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Pico Secús, de 2353, pico tan extraño como solitario. Me tiene atrapado desde que lo subí por primera vez. |
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Macizo del Vignemale, de 3298 en su cota máxima. Subimos Isabel y yo en una travesía inolvidable, con buenos amigos. |
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El Midi d´Ossau, de 2884 metros, la montaña que enamoró a Isabel y que ascendió el 5 de agosto de 1992. |
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El Maupas, de 3109 metros. Una espléndida y exigente montaña que te pone aprueba. Compensa el esfuerzo. |
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El Aneto, de 3404 metros se recorta contra el cielo del amanecer. El rey de los Pirineos. La primera cima de Isabel. |
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El Mont Blanc, de 4807 metros. El techo de los Alpes. Subí el 28 de agosto de 1991. |
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Isabel y yo compartiendo nuestra vocación montañera. Atardecer en el valle de Arán.
Era una vocación; la he seguido. No me arrepiento. Es
con la mano en la conciencia y en el corazón, que yo puedo gritar, ¡que sean
tres veces bendecidas las horas y los años que he pasado en estas regiones
serenas y luminosas de donde siempre se vuelve más puro y más feliz! Han sido
las más tranquilas y las más inocentes de mi vida. Por mucho que se les crea
perdidas, ¿cómo podría yo lamentarme, si he aprendido en la soledad de las
montañas a temblar delante de Dios, a olvidar a los que me han hecho daño y a
calmar un alma demasiado tormentosa como para vivir entre los hombres?
Conde Henry K. Russell
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