FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

miércoles, 11 de diciembre de 2013

Día internacional de las montañas.

Hoy se celebra el día internacional de las montañas. Yo no lo sabía, me lo ha dicho Isabel que está, como siempre, al tanto de todo. Y porque este día nos toca particularmente, queremos celebrarlo compartiendo diez montañas y un texto con el que me siento totalmente identificado, de mi querido y respetado Conde Henry Russell.

Ahí van las fotos. Luego el texto.

Bisaurín, de 2669 metros, una cima en la que he estado en las cuatro las estaciones del año y muchas veces.
El Monte Perdido, en el centro, de 3353 metros. Pasé un día de octubre totalmente solo en  su cima.
La Pica Carlit, gigante de la Cerdaña, de 2921 metros. Subimos Isabel y yo. Su conquistador, el Conde Russell.
Pico Petretxema, de 2360 metros. Subimos J.Luis, Isabel y yo en medio de la niebla. Un mundo de roca y abismos.
Pico Secús, de 2353, pico tan extraño como solitario. Me tiene atrapado desde que lo subí por primera vez.
Macizo del Vignemale, de 3298 en su cota máxima. Subimos Isabel y yo en una travesía inolvidable, con buenos amigos.
El Midi d´Ossau, de 2884 metros, la montaña que enamoró a Isabel y que ascendió el 5 de agosto de 1992.
El Maupas, de 3109 metros. Una espléndida y exigente montaña que te pone aprueba. Compensa el esfuerzo.
El Aneto, de 3404 metros se recorta contra el cielo del amanecer. El rey de los Pirineos. La primera cima de Isabel.  
El  Mont Blanc, de 4807 metros. El techo de los Alpes. Subí el 28 de agosto de 1991.
Isabel y yo compartiendo nuestra vocación montañera. Atardecer en el valle de Arán.

Era una vocación; la he seguido. No me arrepiento. Es con la mano en la conciencia y en el corazón, que yo puedo gritar, ¡que sean tres veces bendecidas las horas y los años que he pasado en estas regiones serenas y luminosas de donde siempre se vuelve más puro y más feliz! Han sido las más tranquilas y las más inocentes de mi vida. Por mucho que se les crea perdidas, ¿cómo podría yo lamentarme, si he aprendido en la soledad de las montañas a temblar delante de Dios, a olvidar a los que me han hecho daño y a calmar un alma demasiado tormentosa como para vivir entre los hombres?

Conde Henry K. Russell

No hay comentarios:

Publicar un comentario