¿Y
qué hacemos con los soberbios dispersados? Nos quedamos con el hombre que
malvivía atrapado en su soberbia.
¿Y
qué hacemos con los poderosos derribados? Nos quedamos con el hombre que
malvivía esclavo del poder.
¿Y
qué hacemos con los ricos despedidos? Nos quedamos con el hombre que malvivía
asfixiado por su riqueza.
Y
al hombre lo acogemos, lo perdonamos, lo amamos. Porque dice el Señor:
Derramaré sobre vosotros un agua pura
que os purificará:
de todas vuestras inmundicias e
idolatrías
os he de purificar;
y os daré un corazón nuevo,
y os infundiré un espíritu nuevo;
arrancaré de vuestra carne el corazón
de piedra,
y os daré un corazón de carne.
Ezequiel
36,25-26.
¡¡Esto
es Navidad!!
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