FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

lunes, 16 de diciembre de 2013

La doctrina Parot.


Hay noticias que me provocan una rápida respuesta, que me alegran, o me cabrean, o me indignan de modo inmediato. Hay otras que me dejan fuera de juego, ante las que no tengo respuesta, noticias que me llevan al borde de un abismo que no veo pero que sé que está, y éstas me desazonan, me dan miedo. Esto es lo que me ha sucedido con la anulación de la llamada doctrina Parot.
Por eso no he escrito antes, y si escribo ahora no es porque tenga ninguna respuesta, sino porque escribiendo, a veces me aclaro y siempre me desahogo. Me resulta terapéutico.
Veo que confluyen chocando violentamente entre sí poderosas corrientes, a modo de ríos desbordados. Los derechos humanos de los verdugos y los derechos humanos de sus víctimas, pues todos son humanos. Por otra parte la necesidad de que se haga justicia, y de que ésta no se confunda con la venganza. También se contraponen la importancia de la memoria y la liberación que supone el perdón con olvido, el auténtico perdón.
Demasiado conflicto. Demasiadas verdades encontradas. Demasiado dolor, demasiado sufrimiento… Haría falta un paso de gigante, un paso cualitativo que el mundo en el que estamos no ha dado ni dará, me temo, en mucho tiempo para encontrar una salida, un camino, una luz.
Dándole vueltas a todo esto vino en mi ayuda, una vez más, la literatura. En su obra “Poeta en Nueva York”, escrita entre 1929 y 1930 y publicada en 1940, cuatro años después de su asesinato, Federico García Lorca escribe:

La aurora de Nueva York tiene
cuatro columnas de cieno
y un huracán de negras palomas
que chapotean las aguas podridas.
La aurora de Nueva York gime
por las inmensas escaleras
buscando entre las aristas
nardos de angustia dibujada.
La aurora llega y nadie la recibe en su boca
porque allí no hay mañana ni esperanza posible.
A veces las monedas en enjambres furiosos
taladran y devoran abandonados niños.
Los primeros que salen comprenden con sus huesos
que no habrá paraíso ni amores deshojados:
saben que van al cieno de números y leyes,
a los juegos sin arte, a sudores sin fruto.
La luz es sepultada por cadenas y ruidos
en impúdico reto de ciencia sin raíces.
Por los barrios hay gentes que vacilan insomnes
como recién salidas de un naufragio de sangre.

En estos versos, escritos hace ya 83 años, encontré una certera descripción de lo que creo que está ocurriendo ahora. Un mundo dominado despóticamente por sistemas económicos sin alma que generan constantemente terribles injusticias y atropellos, “a veces las monedas en enjambres furiosos taladran y devoran abandonados niños”.
 Por esto, principios ciertos, fruto de largos años de lucha, como la libertad individual, la igualdad esencial entre todos los seres humanos, el derecho a la vida y a la justicia, a causa de las profundas contradicciones de estos sistemas, tanto del capitalista como del comunista, han sido sepultados en el “cieno de números y leyes” convirtiéndose en “ciencia sin raíces” que nos lleva a un mundo de “juegos sin arte, sudores sin fruto”. A un mundo absurdo hasta la náusea.
Entre el ojo por ojo y diente por diente y las consecuencias de la anulación de la doctrina Parot hay un término medio que defiende y dignifica a las víctimas y pone en su sitio a los culpables. Es lo único que tengo claro.
No es bueno que el ciudadano sueñe con la llegada de un justiciero porque se sienta desprotegido por la ley. El ciudadano renuncia a tomar la justicia por su mano porque la ley lo hace en su nombre. Pero si él no puede hacerlo y la ley no lo hace, ¿quién hará justicia, quién defenderá al honesto a quien han arruinado, al sencillo de quien han abusado, al débil a quien han machacado…? ¿Batman, el Zorro, el Llanero solitario? ¿O uno de estos salvadores de la patria que aparecen de vez en cuando y tanto miedo dan?
No. No sé cuál es el camino pero sí sé que éste no es. Lorca lo advertía hace más de 80 años. Hemos caído en un lodazal, nos movemos en un “cieno de números y leyes” y el resultado de todo esto está magníficamente descrito en ese final terrible del poema que  de un modo sobrecogedor nos acerca a lo que tantas personas habrán sentido al escuchar la sentencia de Estrasburgo:

Por los barrios hay gentes que vacilan insomnes
como recién salidas de un naufragio de sangre.

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