A la memoria de mi padre.
Cuando era muy niño, recuerdo que las mañanas de
domingo, al despertarnos, íbamos mis hermanos y yo a la cama de mis padres a
que el papá nos contara un cuento. Es éste uno de esos recuerdos antiguos, pero
que permanecen asombrosamente nítidos en la memoria, tan nítidos como
entrañables.
Uno de los cuentos que más nos gustaba es el que os
voy a contar. Se llama, o al menos así lo llamaba mi padre, el pajarito
Federico y la zorra Matilde. El nombre del pajarito, siempre lo entendí, era el
suyo, pero el por qué la zorra se llamaba Matilde, nunca lo supe.
Pero bueno ahí va el cuento. Por si queréis contárselo
a vuestros hijos, nietos, sobrinos…
Érase una vez… en un bosque muy lejano vivía un
pajarito muy bueno y valiente que se llamaba Federico. Vivía también allí una
zorra malvada y perversa de nombre Matilde.
La zorra se alimentaba, entre otros animalitos, de
pequeños pajarillos que conseguía engañando a las pobres mamás con palabras
falsas. Se paraba bajo los pinos donde había nidos y gritaba, “pajarita,
pajarita tírame un pajarito”, y cuando la asustada pajarita se negaba llorando,
la malvada zorra le replicada “si no me echas un pajarito, con mi rabo haré,
ris, ras, ris, ras, cortaré el pino, caerá al suelo y me comeré a todos los
pajaritos”. Al final las pobres pajaritas, para evitar lo peor, le tiraban un
pajarito. Y así un día y otro, y otro.
Una mañana de primavera volaba el pajarito Federico
por el bosque cuando oyó el llanto de una mamá pajaril. Se acercó y le preguntó
por la causa de tan desconsolado llanto. La pajarita le dijo que la zorra
Matilde había pasado hacia un rato, y había tenido que tirarle a uno de los
pajaritos.
Se enfadó nuestro héroe y le dijo, “tonta, más que
tonta, ¿tú no sabes que por grande que tenga la cola, no puede cortar con ella
un pino? Mira, la próxima vez que venga le dices, rabo rabosino no corta pino,
sino el buen pan, el buen vino y el hacha del vizcaíno”.
Así lo hizo la pajarita cuando volvió la zorra unos
días después. Al pedirle que le echara otro pajarito le dijo “rabo rabosino no
corta pino, sino el buen pan, el buen vino y el hacha del vizcaíno”. Entonces
la zorra Matilde, encolerizada, le preguntó “quién te ha dicho eso”, a lo que
contestó “el pajarito Federico, que es el más listo y valiente de todos los
pájaros del bosque”.
La zorra se fue rabiando y pensando una venganza.
Durante días no se supo nada de ella, hasta que una tarde, el pajarito Federico
se la encontró, panza arriba, rodeada de curiosos, con las patas y la boca
abiertas, muerta, quizá de hambre, quizá de rabia.
Entonces nuestro pajarito, recorrió el bosque
diciendo que la malvada zorra había muerto, y que ya no había nada que temer.
Después del recorrido, se posó triunfal sobre ella y ante todos los reunidos,
de saltito en saltito llegó a la boca y se metió en ella para demostrar a todos
que de verdad no había peligro. Pero entonces, la zorra Matilde, que no estaba
muerta sino haciéndose la muerta, la cerró de golpe y gruñó ”a Federico me
comí”. Todos quedaron sobrecogidos. Entonces el pajarito le dijo “me has ganado
zorra Matilde, ahora me vas a comer; dilo bien fuerte, para que todos te oigan”
La zorra volvíó a gruñir, pues decía “a Federico me comí” sin abrir la boca, y
nada se le entendía. El pajarito volvíó de nuevo a decirle “zorra Matilde,
grita bien fuerte que te has comido al pajarito Federico, ¿no tenías tantas
ganas de pillarme?” Entonces la zorra Matilde, cogiendo mucho aire gritó “a
Federico me comí” y al hacerlo abrió un poco la boca, momento que aprovechó
nuestro héroe para salir volando como una flecha y gritarle “a otro a otro, que
no a mí”.
Todos los presentes aplaudieron al pajarito Federico
y la zorra Matilde, llena de rabía, vergüenza y hambre huyó del bosque para
siempre. Y todos, en adelante fueron felices y…no comieron perdices, claro.
Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
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