Me gustaría decirles a nuestros más altos políticos,
hoy que están reunidos para analizar el estado de la nación, muchas cosas. Una
de ellas es ésta.
En treinta y cinco años de democracia han puesto
ustedes en marcha siete reformas educativas. Salimos a una cada cinco años. Una
cada cinco años, y ya anuncia la oposición la octava en un ejercicio de
irresponsabilidad monstruoso, puesto que a ese juego absurdo también se
apuntarán “los otros” cuando tras una eventual salida del gobierno, vuelvan a
él.
Y así estamos. Y así estaremos porque no veo luz al
final del túnel, luego sigue habiendo túnel. Un túnel muy largo, demasiado
largo para que una sociedad, un país pueda soportarlo sin resentirse hasta en
lo más hondo.
Hace tiempo que cuando ustedes, los políticos, hablan
de educación por la radio o la tele, cambio de canal. Y también lo hago cuando
quienes hablan son miembros de su corte de pedagogos, psicólogos,
intelectuales, a veces artistas, necios adalides de lo políticamente correcto,
irritantes estómagos agradecidos. Por mi salud. Porque si les oigo se me
retuerce el hígado, y sólo tengo uno.
¿No les puede caber en la cabeza que éste no es el
camino?¿No ven los resultados?¿No ven que por encima de ustedes, de su partido,
de su ideología está el país?¿Tan convencidos están de poseer la razón absoluta?¡Qué
miedo!¡Qué miedo da eso!
Todos ustedes dicen que quieren negociar, que el que
no quiere es el otro. Como los niños en el patio del “cole”: has sido tú, no
“seño”, ha sido él…
Hace muchos siglos, alguien tuvo la feliz idea de
encerrar a los cardenales y no dejarles salir hasta que eligieran Papa. Así
nació eso de los cónclaves a puerta cerrada y sin intervención exterior. Y hubo
Papa. La cristiandad no podía estar sin Papa.
España no puede estar más tiempo sin un sistema
educativo mayoritariamente aceptado y estable, al margen del juego político,
autonomías incluidas. El daño que están haciendo a nuestros niños y jóvenes es inmenso, de
consecuencias incalculables. ¿Qué no lo ven?
Por eso estaría muy bien que un nutrido grupo de
profesores, padres y alumnos de todos los colores e ideologías, pusiera un buen
día sitio a la bonita y conocida sala donde están ustedes sesudamente reunidos,
tal día como hoy, por ejemplo, podría haber sido, y no dejaran salir ni entrar
a nadie hasta que consensuaran una ley de educación y se comprometieran a
dejarla quieta, por lo menos, 25 años, por decir algo.
Por supuesto les llevaríamos bocadillos de mortadela
y de jamón, agua, zumos y pastelitos de boniato. Nada de alcohol, para que no se
les nuble la mente. Les exigiríamos escucharse con respeto unos a otros, les permitiríamos ir al aseo por turnos, como en el “cole” e ir a
ducharse una vez al día.
Y cuando tuviéramos “fumata blanca” les abriríamos
las puertas y saldrían entre vítores y aclamaciones, les haríamos la ola, el
pasillo, les tiraríamos flores y hasta les pediríamos autógrafos.
Y si pasaran días, semanas e incluso meses y no
fueran capaces de ponerse de acuerdo, que es lo que están haciendo, nos habrían
demostrado que no son dignos de representarnos ni capaces de gobernar...
Pero supongo que el orden establecido y el estado de
derecho no permitirían semejante insurrección popular. Llamarían a la policía,
y al ejército si hace falta, para desalojar de indeseables los sagrados lugares
de la patria donde reside la voluntad soberana del pueblo.
Con todos mis respetos, ¡imbéciles! La voluntad del
pueblo, del no manipulado, es que se pongan ustedes de acuerdo de una puñetera vez y dejen la
educación en paz, la educación y otros asuntos que no vienen ahora a cuento…
Oposición no quiere decir hacer la contra sistemáticamente al gobierno y gobierno
no implica avasallar con transitorias mayorías absolutas. ¿Es que aún no se han dado cuenta que eso no es la democracia? Lo que en treinta y cinco años
han hecho con la educación es la más vergonzosa y patética adulteración de
la democracia que pueda imaginarse. El ataque más silencioso y devastador a una
sociedad que pueda concebirse. Y con consecuencias que ya estamos sufriendo.
Siete reformas en treinta y cinco años y la octava
anunciada…pero ¡que vergüenza!
No hay comentarios:
Publicar un comentario