Evocando la primavera de la alta montaña en el valle de Bohí. Era junio del 86. Durante días no vimos a nadie.
Aún no había entrado julio, y en el alto valle de
Bohí, a los pies del Montardo, la primavera de la alta montaña se encontraba en
todo su esplendor.
Las nubes, la luz, la nieve, las flores apuntando en
los prados aún pardos, los lagos, de un azul profundo, rizados de nuevo por el
viento…
Y un rumor envolviéndolo todo, el del agua libre ya
del frío. Sí, es el agua la protagonista indiscutible.
El agua hecha nube, el agua hecha hielo, el agua
salvaje del torrente y el agua serena del lago, el agua bárbara de la tormenta
y el agua tierna del rocío.
Y así, vivificada por el sol, moverá los insondables
resortes de una profunda voz biológica, y a su convocatoria la hierba brotará
verde y pujante, las flores se abrirán a la luz, y la vida, poco a poco irá, como cada año, ascendiendo a las altas montañas,
Entonces será el verano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario