Al salir esta mañana del “cole” al final de la calle,
sobre mi querida sierra Calderona, una impresionante columna de humo anunciaba
un nuevo desastre. Pronto he averiguado que el fuego se había iniciado en la Masía de Ferrer, en el
término de Soneja.
Pero la sequía, el odioso y persistente viento y la
imbecilidad llevada al límite o la maldad en estado puro, quizá estén hoy acabando
con todo esto.
Me han dicho que el fuego ha empezada hacia el medio
día. Ahora, son las seis y media y ya no veo humo. Las últimas noticias, sin
embargo, no dicen que esté controlado. No sé el daño que estará haciendo. No sé
que parajes habré perdido para siempre. Más parajes perdidos para siempre. Me
siento triste, rabioso e impotente.
Sólo puedo escribir. Recordar que nos estamos
quedando sin bosques, sin monte, sin vida. Y pedir, rogar que se haga algo
eficaz, rotundo, para evitar este camino a ninguna parte. No basta con tener
buenos equipos de extinción, no basta con repoblar, plantando un árbol por cada
mil que se queman, no basta con campañitas de concienciación. Mi propuesta es
concreta. Quien me conoce me la ha oído mil veces. Que provocar, sea como sea, un
incendio forestal, se considere un crimen contra la humanidad, y como tal sea
juzgado. Y que se dicten las sentencias más duras posibles. Hay otras medidas
que deberían tomarse también, pero ésta creo que es fundamental. Esto sería
tomarse en serio el medio ambiente.
Provocar un incendio forestal es un atentado
gravísimo contra la vida, contra las personas, contra el aire que respiramos,
contra el paisaje en el que vivimos. Es un atentado de consecuencias que se nos
escapan siempre de las manos, consecuencias que no llegamos ni a imaginar. Y al
menos aquí, en estas tierras, sin posible marcha atrás. Esto es evidente para
cualquiera que salga a nuestros montes y abra los ojos.
Pero claro, señores y señoras enfundados en trajes
caros, de esos que me dan miedo, con coches caros, y que se reúnen y hablan sesudamente
en salones elegantes con ramitos de flores de invernadero, dirían que no, que
no hay para tanto. Los crímenes contra la humanidad son otras cosas más graves.
Y nos envolverían con palabras y palabros, creando un galimatías tan
incomprensible como estéril. Porque lo que pasa es que, en realidad, todo eso
les importa un bledo.
Y mientras, entre la autárquica estupidez de estos
señorones y la indiferencia de la mayoría, cada vez es más difícil salir al
campo verde, hacer un recorrido sin atravesar extensos y tristes parajes donde
en otros tiempos había vida, y vida en abundancia. En otros tiempos.
Hace algunos meses, quedé con unos amigos en pasar
con los niños un día de primavera por
las lagunas de Segorbe, subir al puesto de observación de aves, disfrutar de la
olivera Morruda, del madroño centenario, de los pinares y las flores, recoger
espárragos... No sé, pero creo que esos niños nunca podrán disfrutar de ese
hermoso rincón de la sierra Calderona. A ellos, y a todos nosotros, nos lo han
robado. Sé que la
Guardia Civil hará su faena. Y sé que luego no pasará nada.
NOTA. A continuación tenéis unas fotos de algo que quizá ya no sea como lo veis.
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