Dentro de nada empieza el circo, un circo con payasos
y payasas, equilibristas y equilibristos, bailarinas y bailarinos, domadores y
domadoras, elefantes y elefantas, tigres y tigras, osos y osas, leones y
leonas, focas y focos; oficialmente, a la una del viernes 9. Y sinceramente, me
agobio solo de pensarlo. La de tonterías, incoherencias, bobadas y mentecateces
que tendremos que oír y ver. Y es que no me gusta el circo.
Pero una cosa tengo clara. El 25 hay que ir a votar.
Lo que no sé es a quién; a quién no, sí lo sé, desde luego. Y creo que sí hay
que votar, porque eso significa que acepto la urna. Sí, la urna totalmente,
aunque el sistema sólo parcialmente.
Del sistema, hay dos cosas que me revientan. A saber,
el deplorable y cargante juego de los políticos consistente en tirarse trastos
a la cabeza unos a otros continuamente, juego éste que en la campaña electoral
alcanza cotas auténticamente ridículas y las alianzas postelectorales que me
parecen una estafa al electorado y una gravísima adulteración de la democracia.
Y claro, como la urna sí, pero lo que hacen antes y
después no me gusta un pelo y además, como he dicho, no sé a quién votar, hubo
un tiempo en que lo supe, pues puedo meter una papeleta que diga:
-Ojos que no ven gabardina que te quitan.
-Quien a buen árbol se arrima buen tronco le cae
encima.
-Mala pécora te muerda un ojo.
-Tarzán busca setas en Madagascar.
-Larga vida a Mortadelo.
O incluso algo más directo:
-Vete a gambar loros.
Pero ir a votar sí. Creo que es una irresponsabilidad
no hacerlo. Tan irresponsabilidad como votar a un partido u otro por las tonterías que se harán y
dirán en el circo, quiero decir, en la campaña electoral. Aunque al final, en el último
momento, no sé; quizá por eso del mal menor…no sé.
No hay comentarios:
Publicar un comentario