No tuve tiempo ayer, por eso escribo estas líneas con
un día de retraso. Unas líneas en honor a la lengua española o castellana, que
de ambas formas se denomina.
Ayer, el Instituto Cervantes celebró en todo el mundo
el día del español, el llamado Día E. Aquí, como suele ocurrir con estas cosas,
pasó bastante desapercibido. Y es una lástima.
No hace falta
ganar un mundial de fútbol para sentirnos orgullosos de nosotros mismos, al
menos de algunas cosas de nosotros mismos, porque de otras…es vergüenza lo que
deberíamos sentir. Y de algo de lo que podemos estar muy, pero que muy
orgullosos, es de nuestra lengua. La hablamos 500 millones de personas y va en
aumento, es la segunda lengua en redes sociales y la tercera en internet, tiene
una literatura sin rival en el mundo y sigue muy, pero que muy viva.
Acosada y despreciada en el país donde nació por
gentes que no son capaces de asumir y superar la historia, juzgada por muchos desde
tristes, antiguos y estériles prejuicios, y maltratada por un inculto esnobismo
maquillado de progresía, sigue su andadura por la historia permitiendo la
comunicación entre millones de personas por todo el mundo, creando belleza y
creciendo día a día como árbol vigoroso cuyas raíces se hunden en lo más hondo
de nuestra propia y antigua cultura.
Y es que una lengua, cualquier lengua, siempre va
mucho más allá de los hombres que la hablaron, de sus luces y sus sombras, de
sus grandezas y sus miserias, porque el lenguaje es uno de los frutos más hermosos
que puede dar un pueblo y siempre lo trasciende.
Por eso acabo con esta preciosa cita de Pablo Neruda
que tantos deberían leer y entender.
"¡Qué
buen idioma el mío, qué buena lengua heredamos de los conquistadores torvos
(...) Se lo llevaron todo y nos dejaron las palabras"
Si quieres leer el último informe del Instituto
Cervantes sobre el español, pulsa aquí Informe Instituto Cervantes.
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