Fue mi ascensión pirenaico-alpina 2.200. El domingo, ocho
de junio, en el valle de Tena, Alex, Martina y yo subimos a un par de humildes
pero preciosas montañas próximas a un pueblecito encantador llamado Sandiniés.
Allí sí era primavera. Estaba todo muy verde, lleno
de flores. Un viento del sur, fuerte y tibio, movía la hierba alta de los
prados, rizándolos como la superficie del mar cuando sopla levante. Los pájaros
fundían sus melodías con el susurro de los árboles del bosque.
Rodeados de altas montañas, aún muy nevadas, por un
bonito camino avanzamos hacia la Punta
Puyalbo, desde donde las murallas y crestas de la Peña
Telera nos vigilaban imponentes.
Luego, andando sobre mullidos prados floridos,
envueltos por la hierba , llegamos a la curiosa planicie
que forma la cima de Picaldiecho, mi ascensión 2.200.
Sencillas montañas que nos ofrecen espectaculares e
inesperados panoramas de una belleza sobrecogedora.
Buen sitio para ver amanecer o atardecer, para dormir
al raso en verano, para pasear con niños, para sumergirse en la soledad, para
calmar el dolor de una herida…Buen sitio para reencontrarse con la vida.
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Una mariposa sobre las flores. Primavera. |
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Lirios en la hierba. |
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La Peña Telera al fondo. Un abedul a la izquierda. |
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La grandiosa cara este de la Peña Telera. |
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El camino por el que avanzábamos. |
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A la sombra de un abedul. |
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En la cima de Punta Puyaldo. Al fondo, Peña Telera. |
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En la suave cima de Punta Puyaldo. |
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Contemplando el panorama en Punta Puyaldo. |
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La amplia cima de Picaldiecho. Al fondo la sierra de Tendeñera. |
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De regreso, va quedando atrás la Peña Telera. |
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Prados, bosque y atrás el macizo de las Argualas, de más de 3000 metros. |
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