Recordaba esta mañana, nuevamente soleada, aquel rato
en el que estuvimos contemplando, Isabel, José Luis y yo, casi solos, aquella cruz clavada
en un islote en el medio del lago envuelto en niebla.
Era una tarde de verano en el Gran San Bernardo, a 2473 metros , entre
Italia y Suiza, y estábamos a tan solo dos grados sobre cero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario