Fray Luis de León, ante la fachada de la Universidad de Salamanca.
Hoy,
lamentablemente, el rey Felipe VI, ha tenido que disolver las Cortes y convocar
nuevas elecciones. Nunca había pasado en nuestra democracia. Hoy veo un futuro
incierto porque dudo mucho que quienes tenían que haber tomado nota de lo
sucedido la hayan tomado. Hoy, temo que lo que vamos a tener que escuchar desde
ahora hasta el 26 de junio va a ser, lo que ya escuchamos, pero ampliado hasta
la náusea.
Por
eso, en días así, busco luz donde sé que la hay. En lo más recio, en lo más
noble de nuestra propia historia. Porque España tiene historia, aunque la estudien
poco y mal en los colegios, aunque a casi nadie le importe, aunque la ignoren
los que quieren hacer historia.
Y de
entre las muchas luces que jalonan el devenir del tiempo en nuestra vieja y mil
veces herida tierra, está la de don Miguel de Unamuno. Ahí van dos pensamientos
suyos hechos palabra. ¡Ojalá nuestros políticos, sus incondicionales, y los que
piensan cada vez que nos llaman a votar, las leyeran y las entendieran
cabalmente!
Dice:
"Procuremos más ser
padres de nuestro porvenir que hijos de nuestro pasado".
Y el insigne filólogo Alonso Zamora nos cuenta que:
“…paseando ante la estatua de
fray Luis de León, don Miguel volvió a caer, como casi cada cinco minutos,
sobre la política caótica de aquellos momentos. Se paró frente a la estatua,
imitándola en su gesto de su brazo extendido. Deberíamos los españoles –decía-
inventarnos un saludo como el que hace fray Luis noche y día. Ni así – tendía
la mano en alto, a la manera fascista-, ni así- levantaba el puño cerrado, a la
manera comunista-, sino así, como fray Luis.”
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