Por estos caminos, simplemente existo, no pienso... y descanso. |
En uno
de mis recorridos por la sierra, llegué, a la hora de comer, a la agradable
terracita de un asador protegida del sol por un frondoso plátano y unas cuantas
sombrillas. Comí muy bien. Buen servicio, comida excelente y precio razonable.
Seis
“guiris”, dos señores de mediana edad y yo, que iba solo, éramos los
comensales. Y como los primeros hablaban en un tono moderado y yo estaba cerca
de los dos “caballeros españoles”, pude, sin voluntad alguna por mi parte,
escuchar casi íntegramente su conversación.
Patético.
El 40% de las palabras que utilizaron fueron, tío, nano, joder, hostia y puta.
Palmo arriba, palmo abajo. El vocabulario utilizado era pobre y soez, eso es
evidente, pero es que además, casaba perfectamente con la absoluta falta de
valores que se desprendía de las “historietas” que se contaban. Su
comportamiento al volante, sus relaciones sociales cotidianas, sus
planteamientos laborales…
No
eran unos pelagatos. Llevaban coches caros, muy caros. Hablaban de chalets, y de
apartamentos en playa y montaña. Hablaban de sus mujeres y de los niños…
Y yo pensaba, quizá por deformación
profesional, mientras degustaba un delicioso solomillo de ternera a la brasa,
poco hecho, qué estarán transmitiendo a sus hijos estos señores, tan ufanos de sus
tristes hazañas, tan convencidos de su superioridad sobre el resto del mundo.
Me
dije, dejando descansar la mirada en el carajillito que me acababan de traer que, ¡claro!, luego pasa lo que pasa. Y no quise pensar más. Me lo tomé, pagué y
volví a internarme en la sierra.
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