Mamá Laura trepando por una roca bajo la atenta mirada de su mamá. |
Más allá
del aspecto comercial y a veces ñoño y “pastelón” del Día de la Madre, puede
haber, para quien quiera acercarse, otra dimensión más honda que dé verdadero
sentido a un día como éste.
Nuestra
madre, es un hecho biológico, nos ha parido. Bien, muy bien. Podemos decir que
nos ha dado la vida. Y con la vida puede habernos dado el amor y la libertad. O
no, porque eso es mucho más difícil que parir.
Sí,
darle al niño amor y libertad es extraordinariamente difícil. Es difícil porque
el amor, frecuentemente, se ve infectado por la dependencia emocional que
conduce a la posesión del ser amado, ahogando así la libertad y descomponiendo
el amor que acaba convirtiéndose en triste y burda caricatura de lo que debería
haber sido.
El
verdadero amor se reconoce porque da libertad al ser amado, le deja ser él
mismo, lo impulsa al mundo, aunque luego la mamá no se duerma hasta que el hijo
llegue... Y además nunca se lo dirá.
Pues
bien, en este primer domingo de mayo, quiero acordarme de aquel mes de
septiembre de hace ya muchos años, en el que mis padres vinieron, sonrientes, a
despedirme a la Estación del Norte. Recién cumplida mi mayoría de edad, me fui
solo, en tienda, sin móvil (no había móviles entonces) nueve días a los
Pirineos. Sólo sabían que estaba por la zona del Monte Perdido, y el día en el
que, al regreso, les llamaría desde Torla.
En
aquel viaje, que fue para mí un viaje iniciático al mundo de las montañas, tuve
tiempo de darme cuenta de la grandeza de aquel gesto, lo que despertó en mí una
gratitud que con el paso de los años ha ido aumentando. Respetaron mi libertad y, por ese amor que te hace libre, que te da alas, que te abre al mundo,
vinieron a despedirme sonrientes. Sólo me dijeron ¡cuídate, por favor!
Ahora
pienso lo mal que lo pasarían. Ellos conocían los riesgos; imagino cómo
esperarían el día de la llamada, con cuántos pensamientos negros tendrían que
lidiar cada noche, a la espera del sueño.
Eso es
dar junto a la vida, el amor y la libertad. Y eso es lo que siempre he
agradecido a mis padres y hoy, de un modo particular, a mi madre.
Gracias
mamá por la vida, el amor y la libertad.
Este
texto lo publiqué en el blog el Día de la Madre de 2014. Hoy lo vuelvo a
publicar dedicándolo, cómo no, a mi madre, ya bisabuela y de un modo muy especial
a Laura, la nueva mamá de la familia.
¡Feliz
Día de la Madre, mamá!
¡Feliz
Día de la Madre, Laura!
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