Ayer
celebró la Iglesia la solemnidad de Pentecostés. La fiesta del Espíritu. Y el
Espíritu es libertad, y es vida, y es sabiduría. El Espíritu es libre, sopla donde quiere. El
Espíritu es vida que vence a la muerte. El Espíritu es sabiduría que ilumina el camino.
Quiero
compartir, hoy, el día después, un fragmento de la homilía que pronunció el
papa Francisco, ayer en Roma. Es claro y directo. Leedlo, saboreadlo, no hacen
falta comentarios.
Estos
hombres, antes asustados y paralizados, encerrados en el cenáculo para evitar
las consecuencias del viernes santo, ya no se avergonzarán de ser discípulos de
Cristo, ya no temblarán ante los tribunales humanos. Gracias al Espíritu Santo
del cual están llenos, ellos comprenden «toda la verdad», esto es: que la
muerte de Jesús no es su derrota, sino la expresión extrema del amor de Dios.
Amor que en la Resurrección vence a la muerte y exalta a Jesús como el
Viviente, el Señor, el Redentor del hombre, el Señor de la historia y del
mundo. Y esta realidad, de la cual ellos son testigos, se convierte en Buena
Noticia que se debe anunciar a todos.
Y tanto. Y tan Buena Noticia. ¡Ojalá la creamos de verdad y sepamos extenderla!
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