Es el
Monte Perdido la más alta montaña calcárea de Europa y uno de los gigantes de
los Pirineos. Desde su cima, de 3355 metros, el panorama es soberbio. Sus caras
norte y sur, totalmente distintas, son majestuosas. Al este y al oeste, el
Cilindro de Marboré y el Soum de Ramond parecen custodiarla como dos fieles y
abnegados guardaespaldas.
La
subí por primera vez, solo, el 28 de septiembre de 1980, para volver unos días
después, el 2 de octubre, y pasar una jornada entera en su cima. No tuve más compañía que
un profundo cielo azul de otoño y las montañas que me rodeaban. Era un día entre semana
y nadie subió. El Monte Perdido fue solo mío durante más de ocho horas, hasta
que el frío y un crepúsculo inolvidable me invitaron a regresar a la tienda que
tenía montada junto al refugio de Góriz, a donde llegué ya de noche cerrada,
feliz.
Luego
he coronado su cima, ya acompañado, en otras cuatro ocasiones más, pero la he
visto cientos de veces desde los valles que la rodean, o desde cercanas o
lejanas cumbres. También la he descubierto andando por el Maestrazgo, o coronando el puerto de Paniza, de camino a Zaragoza. Y recuerdo también cómo la
disfruté cuando, haciendo la “mili”, en unas maniobras por los desiertos de
Aragón, la pude contemplar durante un rato al norte, resplandeciente de nieve, hasta que el polvo
levantado por la artillería la ocultó. Fue como encontrarse con un viejo amigo
que te entiende sin hablar.
Sí, el
Monte Perdido es una gran montaña. Fácil de ascender por su vía normal, desde
el lago Helado. Fácil pero muy, muy peligrosa si la canal que nos lleva directa
del lago a la cima está nevada.
Y éste
es el asunto que quiero tratar en esta entrada. Cuando la canal está nevada,
llevar a esa montaña a principiantes, y mucho más si no van debidamente
equipados, pienso que es una irresponsabilidad, una estupidez que puede costar muy cara.
Se mata gente en los meses de junio y julio en el Monte Perdido.
En las
montañas, el accidente es algo que puede suceder sin tú buscarlo. De ese
riesgo, nadie que se adentra en ellas está libre. Pero ir a buscarlo poniendo a
la gente en una situación que a todas luces le supera, ya lo he dicho, lo veo una
irresponsabilidad y una estupidez.
Oigo
demasiadas veces a gente decirme, por estas fechas, que se van al Monte
Perdido. Y les pregunto,"¿pero tú haces montaña?" Y dicen, "no, pero voy con
fulano que sí que va mucho". "¿Y os lleva al Monte Perdido?¿Ahora?"
Y es
que, como he dicho, cuando no hay nieve se sube andando, sin ningún peligro.
Con nieve, los Pirineos ofrecen otras alternativas más seguras e igual de
interesantes y prestigiosas. Allí mismo, sin irse más lejos: el Marboré, los
Picos de la Cascada, el Taillon…El mismo Aneto es menos peligroso.
Hay
que dejar al Monte Perdido, cuando la canal está nevada, a quien tenga experiencia de montaña. Y los que tenemos experiencia de montaña, debemos tener
el sentido común suficiente como para no confundir dificultad con peligro, y no
embarcar a la gente en temerarias aventuras del todo innecesarias.
La
montaña es vida. Nos permite gozarla intensamente. Y si en ella hemos de
perderla, que no sea ni por la estupidez de otro ni por la nuestra propia.
Dos de octubre de 1980. Mi casco en la cima del Monte Perdido. |
Treinta de septiembre de 1980. El Monte perdido desde el Cilindro de Marboré. |
El Monte Perdido, en primavera, desde el Mondeniero. |
El Monte Perdido, al fondo, desde los Astazus. |
La norte del Perdido desde el Balcón de Pineta. |
El Monte Perdido desde el Comodoto. |
El Monte Perdido, entre el Cilindro y el Soum de Ramond, en invierno, desde el Mondicieto. |
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