El
viernes te graduaste. Ya tienes tu graduado escolar. Lo mínimo que esta
sociedad nuestra exige para poder “ser algo en la vida”. ¡Enhorabuena! Sé que
fue una fiesta bonita. ¡Bien sabe Dios cómo me hubiera gustado poder asistir y
compartir contigo y tus compañeros ese día tan especial!
Pero
las cosas, muchas veces, son como son y
no como quisiéramos que fueran. Y esto es lo primero que quiero decirte. Que
las cosas, a menudo, son como son y no como quisiéramos que fueran. Y ante
esto, lo único que podemos hacer es pelear porque sean lo que hubiéramos
querido que fueran. Pelea por ello. Hay que pelear, aunque tantas veces no lo
consigamos.
Te
conozco desde que naciste. Aún recuerdo el día que entraste en tu casa por
primera vez y tus padres te dejaron sobre su cama. ¡Eras tan pequeñito!
Empezaste gruñendo al mundo, y luego, poco a poco, situándote en él (ahora
dirían posicionándote) de un modo peculiar, diferente al de muchos, personal.
Un modo sólo tuyo. Ahora te lo puedo decir: personalmente me ha gustado, me ha
gustado mucho tu forma de ser tú.
¿Te
acuerdas cuando en primero de secundaria, en clase de lengua, leímos Cipi? Voy,
ahora, a recordártelo. Te
voy a contar las cosas aprendidas de la vida, como Cipi se las contó a sus hijos. Ya tengo sesenta años y algo he aprendido.
Sé bueno. Lo has sido. Sigue siendo bueno. Entiende a los otros aunque te cueste.
Perdona y olvida, por tu bien, todo el daño que te hagan, que te lo harán.
Intenta ponerte en lugar del otro. No devuelvas mal por mal. Y no olvides nunca
que el odio hace más daño a quien odia que a la persona odiada. Y ama, ama todo
lo que puedas. Es el camino a la felicidad, amar y saber que te aman.
Trabaja.
Cultívate. Lee, lee mucho. Escribe, sé que te gusta. Escucha música. Ve al teatro, al cine. Viaja. Sal al
monte. Entrégate en cuerpo y alma a tu trabajo si sabes que tiene sentido, y si no se lo encuentras, busca otro. Entrégate aunque veas que no hay recompensa, aunque tras meses y años de entrega encuentres sólo
el vacío y pronto el olvido. La verdadera recompensa debes saber que
está en tener la conciencia tranquila por haber hecho lo que debías, cuando
debías y como debías. Por haber sido capaz de mantenerte honesto. ¿Errores? ¡Claro! Faltaba más. El que no hace nada, el
vago, no se equivoca, porque toda su forma de vivir está equivocada.
Que no
te tomen el pelo. Sé que tienes, hemos hablado a veces, un sentido crítico
bastante desarrollado. Cuídalo. Hay poderosos manipuladores a tu alrededor.
Esfuérzate siempre por distinguir lo verdadero de lo falso. Y piensa que el
último criterio al que tienes que plegarte es a tu propia conciencia. No hagas
la ola, aunque todos la hagan, si no quieres hacerla. Los demás tienen sobre ti
la autoridad que tú les des. Piensa a quién le das esa autoridad y, si una vez
dada, se la has de retirar, retírala. No confundas la autoridad legal con la
autoridad moral. Acata la primera mientras no entre en conflicto con la
segunda.
Sé valiente. Defiende la libertad, tu libertad y la de los tuyos. No creas que es
fácil ser libre. A veces, el precio de la libertad es la soledad. Pero no
tengas miedo. Encontrarás fuera del rebaño otros hombres libres que sabrán
respetar tu libertad. Y ojalá encuentres a esa mujer libre a la que puedas
amar y con la que puedas vivir también en libertad. Sé libre, pero nunca desprecies a
los que no lo son, a los que no tienen redaños para serlo. Y si puedes, si te
dejan, enséñales sendas de libertad. No eres superior a ellos, eres distinto. Y
tu camino es más duro. Piensa que en lo que somos iguales es en la dignidad que
tenemos como seres humanos. Y esa dignidad la tenemos todos.
Amigo,
ya hace muchos años que yo tenía tu edad. De los dieciséis a los sesenta hay
muchos años, toda una vida. Te deseo que, en toda esa vida que tú aún tienes por
delante, seas muy feliz; que el dolor y el sufrimiento, cuando lleguen, acaben
pasando, y te dejen siendo más feliz todavía, con una felicidad más honda, más
recia. Y que cuando seas ya viejecito y mires atrás, sientas que ha valido la
pena vivir.
Alberto,
sé bueno, sé trabajador y honesto, sé tú mismo, sé libre. Hasta ahora lo has
sido. Sigue, sigue por este camino. Serás “algo en la vida”, aunque casi nadie
lo sepa; pero tú sí lo sabrás.
¡Enhorabuena
por tu graduado! ¡Y extiende mi felicitación a todos tus compañeros!
¡Que
Dios te bendiga!
¡Que
Dios os bendiga!
Dios te bendiga a ti Jesús y a mi (nuestra) queridísima Isabel por formar parte de nuestra vida y del desarrollo de nuestros hijos.
ResponderEliminarAgradecerte tu magnifica influencia en la educación de nuestros hijos y de todos los chavales y sus familias, que como bien sabemos los que hemos compartido contigo estos años, han tenido la gran suerte de contar con tu ayuda mucho más allá de lo exigido por tu labor profesional, ya que te has implicado personalmente y te has dejado la piel por todos y cada uno de ellos.
Ahora que se acerca tu merecido descanso laboral, puedes respirar hondo y como tu bien dices : “La verdadera recompensa debes saber que está en tener la conciencia tranquila por haber hecho lo que debías, cuando debías y como debías. Por haber sido capaz de mantenerte honesto”
Espero que ahora que vas a tener mas tiempo de ocio podamos seguir disfrutando de viajes, risas y momentos para compartir.
Gracias de corazón por tus palabras, pero sobre todo por tu ejemplo.
Un abrazo
Paula
Paulita, que me pongo rojo...
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