Es
decepcionante ver cómo vamos a unas segundas elecciones sin que nuestros
políticos hayan aprendido nada de la frustrante experiencia de las pasadas.
Continúan
enrocados en sus posiciones y diciendo ya qué harán después del 26 de junio,
demostrando así una torpeza inaudita y una imprudencia extrema.
Sí, es
escalofriante ver cómo no han aprendido nada y, claro, si no han sido capaces de
extraer enseñanza alguna de lo reciente, ¿cómo lo van a hacer de la historia?
Cuando
el señor Sánchez, que en mi humilde opinión, va a tener el triste “honor” de liquidar
al partido socialista, ojalá me equivoque, dijo, sin saber en qué acabarán las
elecciones, eso de que "nada de gran coalición, España no es Alemania", se me
cayó el mundo a los pies.
Y no
porque me parezca bien o mal una gran coalición, aunque decir eso ahora me
parece imprudente y estúpido, sino por eso de que España no es Alemania. ¡Qué gran verdad!
No, no
es Alemania. Desde luego que no, señor Sánchez. A la vista está.
Alemania,
que incubó el horror del nazismo y provocó y perdió una guerra atroz, fue capaz de
levantarse sobre su propia e inmensa miseria, sobre su total devastación, asumir la historia y mirar adelante, colocándose a la cabeza de Europa.
Nosotros
seguimos hozando en el cieno de nuestro propio y ya viejo horror, rascándonos y
lamiéndonos nuestras heridas, manteniéndolas así siempre abiertas, mirando más al pasado que al futuro.
Alemania
fue capaz de reunificarse después de años de honda división, superando grandes
dificultades políticas, económicas y sociales.
Nosotros
estamos siempre dispuestos a enfrentarnos, siempre empeñados en destacar nuestras
diferencias, no para integrarlas en algo mayor y más rico, sino para justificar la disgregación, la exclusión de “los otros”, invirtiendo en tan triste y estéril tarea grandes recursos.
En
Alemania los partidos políticos que representan, uniendo sus votos, a la mayoría de los ciudadanos,
anteponen la estabilidad y el bienestar del país a sus propios y mezquinos
intereses, pactando aquellos que, juntos, representan a esos millones de personas que, después de todo, no son tan diferentes entre ellos.
En
España somos incapaces de entender que, ante la amenaza de minorías radicales de
cualquier signo, la única salida posible para garantizar el bien común es
trabajar juntos aquellos que han sido refrendados por gran parte de la ciudadanía.
Sé que
Alemania tiene sus errores, sus contradicciones, sus sombras, pero esa
capacidad de asumir y superar la historia, ese sentido de unidad en la
pluralidad y esa capacidad de pensar en el bien de la mayoría, por encima de
casposos prejuicios ideológicos, no la tenemos aquí ni de lejos. Tendremos luces, sí, muchas, pero estas sombras, estas tres sombras tan nuestras, son capaces de arruinarnos el futuro.
Sí, tiene
usted razón, España no es Alemania. Y así nos va. España es "un trozo de planeta
por donde cruza errante la sombra de Caín". Esto es España, así es España. Lo
dice Antonio Machado.
El hombre de estos campos que incendia
los pinares
y su
despojo aguarda como botín de guerra,
antaño
hubo raído los negros encinares,
talado
los robustos robledos de la sierra.
Hoy ve a sus pobres hijos huyendo de sus
lares;
la
tempestad llevarse los limos de la tierra
por
los sagrados ríos hacia los anchos mares;
y en
páramos malditos trabaja, sufre y yerra.
Es hijo de una estirpe de rudos
caminantes,
pastores
que conducen sus hordas de merinos
a
Extremadura fértil, rebaños trashumantes
que
mancha el polvo y dora el sol de los caminos.
Pequeño, ágil, sufrido, los ojos de
hombre astuto,
hundidos,
recelosos, movibles; y trazadas
cual
arco de ballesta, en el semblante enjuto
de
pómulos salientes, las cejas muy pobladas.
Abunda el hombre malo del campo y de la
aldea,
capaz
de insanos vicios y crímenes bestiales,
que
bajo el pardo sayo esconde un alma fea,
esclava
de los siete pecados capitales.
Los ojos siempre turbios de envidia o de
tristeza,
guarda
su presa y llora la que el vecino alcanza;
ni
para su infortunio ni goza su riqueza;
le
hieren y acongojan fortuna y malandanza.
El numen de estos campos es sanguinario y
fiero:
al
declinar la tarde, sobre el remoto alcor,
veréis
agigantarse la forma de un arquero,
la
forma de un inmenso centauro flechador.
Veréis llanuras bélicas y páramos de
asceta
—no fue
por estos campos el bíblico jardín—:
son
tierras para el águila, un trozo de planeta
por
donde cruza errante la sombra de Caín.
¿Lo ha leído alguna vez, señor
Sánchez? No, esto no es Alemania. Desde luego que no. Machado lo sabía bien.
No hay comentarios:
Publicar un comentario