FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

martes, 27 de marzo de 2018

...os he de ahorcar, juro a Dios.



Siendo hoy el Día internacional del Teatro quiero compartir este fragmento de El alcalde de Zalamea al que tengo un especial cariño. Durante años se lo he leído a mis alumnos y, habiéndolos puesto previamente en antecedentes, siempre les ha enganchado. ¡Y es tan bonito ver cómo al final “ganan los buenos y pierden los malos”!
Por si no recordáis de qué va lo cuento muy brevemente. Don Álvaro es un capitán del rey que estando de campaña se hospeda en Zalamea. Abusando de la hospitalidad de Crespo, un rico y honrado labrador, deshonra a su hija. Crespo, que ha sido nombrado alcalde, se encara con el capitán en este memorable diálogo. Dedicadle un poco de tiempo. Imaginad la escena. ¡Vale la pena!

CRESPO      
Ya que yo, como justicia,    
me valí de su respeto         
para obligaros a oírme,      
la vara a esta parte dejo,   
y como un hombre no más 
deciros mis penas quiero.  
 (Arrima la vara.)  
Y puesto que estamos solos,        
señor don Álvaro, hablemos          
más claramente los dos,    
sin que tantos sentimientos           
como vienen encerrados    
en las cárceles del pecho  
acierten a quebrantar         
las prisiones del silencio.   
Yo soy un hombre de bien,
que a escoger mi nacimiento         
no dejara (es Dios testigo)
un escrúpulo, un defeto      
en mí, que suplir pudiera    
la ambición de mi deseo.  
Siempre acá entre mis iguales      
me he tratado con respeto;
de mí hacen estimación     
el Cabildo y el Concejo.     
Tengo muy bastante hacienda,     
porque no hay, gracias al cielo,     
otro labrador más rico        
en todos aquestos pueblos
de la comarca; mi hija        
se ha crïado, a lo que pienso,       
con la mejor opinión,           
virtud y recogimiento          
del mundo; tal madre tuvo, 
téngala Dios en el cielo.     
Bien pienso que bastará,   
señor, para abono desto,    
el ser rico, y no haber quien          
me murmure; ser modesto,
y no haber quien me baldone;       
y mayormente viviendo       
en un lugar corto, donde      
otra falta no tenemos          
más que decir unos de otros         
las faltas y los defetos,       
y ¡pluguiera a Dios, señor, 
que se quedara en saberlos!         
Si es muy hermosa mi hija,
díganlo vuestros extremos...          
Aunque pudiera, al decirlos,          
con mayores sentimientos 
llorar. Señor, ya esto fue     
mi desdicha. No apuremos
toda la ponzoña al vaso;    
quédese algo al sufrimiento.         
No hemos de dejar, señor,
salirse con todo al tiempo;  
algo hemos de hacer nosotros     
para encubrir sus defetos. 
Éste, ya veis si es bien grande;    
pues aunque encubrirle quiero,     
no puedo; que sabe Dios   
que a poder estar secreto 
y sepultado en mí mismo,  
no viniera a lo que vengo;  
que todo esto remitiera      
por no hablar, al sufrimiento.          
Deseando, pues, remediar
agravio tan manifiesto,       
buscar remedio a mi afrenta,        
es venganza, no es remedio;        
y vagando de uno en otro,   
uno solamente advierto,     
que a mí me está bien, y a vos      
no mal; y es, que desde luego      
os toméis toda mi hacienda,         
sin que para mi sustento     
ni el de mi hijo (a quien yo 
traeré a echar a los pies vuestros)           
reserve un maravedí,          
sino quedarnos pidiendo   
limosna, cuando no haya    
otro camino, otro medio,    
con que poder sustentarnos.         
Y si queréis desde luego   
poner una ese y un clavo    
hoy a los dos y vendernos,  
será aquesta cantidad       
más del dote que os ofrezco.        
Restaurad una opinión       
que habéis quitado. No creo         
que desluzcáis vuestro honor,        
porque los merecimientos 
que vuestros hijos, señor,  
perdieren por ser mis nietos,        
ganarán con más ventaja,  
señor, con ser hijos vuestros.         
En Castilla, el refrán dice   
que el caballo (y es lo cierto)         
lleva la silla. Mirad   
 (De rodillas.)
que a vuestros pies os lo ruego    
de rodillas y llorando            
sobre estas canas, que el pecho, 
viendo nieve y agua, piensa          
que se me están derritiendo.        
¿Qué os pido? Un honor os pido,
que me quitasteis vos mesmo;      
y con ser mío, parece,        
según os lo estoy pidiendo
con humildad, que no os pido       
lo que es mío, sino vuestro.
Mirad que puedo tomarle    
por mis manos, y no quiero,          
sino que vos me le deis.
    
CAPITÁN      
Ya me falta el sufrimiento.  
Viejo cansado y prolijo,      
agradeced que no os doy   
la muerte a mis manos hoy,           
por vos y por vuestro hijo;  
porque quiero que debáis 
no andar con vos más crüel           
a la beldad de Isabel.          
Si vengar solicitáis  
por armas vuestra opinión,
poco tengo que temer;       
si por justicia ha de ser,     
no tenéis jurisdicción. 
         
CRESPO      
¿Que, en fin, no os mueve mi llanto? 
     
CAPITÁN      
Llantos no se han de creer
de viejo, niño y mujer.
         
CRESPO      
¿Que no pueda dolor tanto
mereceros un consuelo?
     
CAPITÁN      
¿Qué más consuelo queréis,        
pues con la vida volvéis?
  
CRESPO      
Mirad que echado en el suelo       
mi honor a voces os pido.
  
CAPITÁN      
¡Qué enfado!

CRESPO      
Mirad que soy
alcalde de Zalamea hoy.
    
CAPITÁN      
Sobre mí no habéis tenido 
jurisdicción; el consejo       
de guerra enviará por mí.
   
CRESPO      
¿En eso os resolvéis?

CAPITÁN      
Sí,
caduco y cansado viejo.
     
CRESPO      
¿No hay remedio?

CAPITÁN      
El de callar
es el mejor para vos.
          
CRESPO      
¿No otro?

CAPITÁN      
No.

CRESPO      
Juro a Dios
que me lo habéis de pagar.          
¡Hola!
 (Toma la vara.) 


(Salen los villanos.)


ESCRIBANO
¿Señor?

CAPITÁN      
 (Aparte.)
¿Qué querrán
estos villanos hacer? 
         
ESCRIBANO
¿Qué es lo que manda?

CRESPO      
Prender
mando al señor Capitán.
    
CAPITÁN      
¡Buenos son vuestros extremos!   
Con un hombre como yo,   
y en servicio del Rey, no    
se puede hacer.

CRESPO      
Probaremos.
De aquí, si no es preso o muerto, 
no saldréis.

CAPITÁN      
Yo os apercibo
que soy un Capitán vivo.
    
CRESPO      
¿Soy yo acaso alcalde muerto?   
Daos al instante a prisión. 

CAPITÁN      
No me puedo defender;     
fuerza es dejarme prender. 
Al Rey desta sinrazón         
me quejaré.

CRESPO      
Yo también
de esotra; y aun bien que está      
cerca de aquí, y nos oirá    
a los dos. Dejar es bien      
esa espada.

CAPITÁN      
No es razón
que...

CRESPO      
¿Cómo no, si vais preso?

CAPITÁN      
Tratad con respeto...

CRESPO      
Eso
está muy puesto en razón. 
Con respeto le llevad           
a las casas, en efeto,         
del Concejo; y con respeto
un par de grillos le echad   
y una cadena; y tened         
con respeto, gran cuidado  
que no hable a ningún soldado;    
y a esos dos también poned         
en la cárcel; que es razón, 
y aparte, porque después, 
con respeto, a todos tres    
les tomen la confesión.       
Y aquí, para entre los dos, 
si hallo harto paño en efeto,          
con muchísimo respeto      
os he de ahorcar, juro a Dios.        
 (Llévanle preso.) 

CAPITÁN      
¡Ah, villanos con poder!      
 (Vanse.)

¿Habéis observado el largo y sosegado parlamento de Crespo, hablándole humildemente al capitán como hombre y como padre? ¿Y cómo va subiendo la tensión al final en un diálogo vivísimo que acaba con unas irónicas palabras y un rotundo "os he de ahorcar, juro a Dios"? ¿Y la vara de alcalde, cuando primero la deja y ante la actitud terca y prepotente de don Álvaro la toma de nuevo?
¡Qué grande es el teatro! ¡Qué grande es la literatura!

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