El Cervino, desde las proximidades de donde estábamos acampados la primera vez que lo vi. |
Es la
historia de la conquista del Cervino, o del Maternhorn, de 4778 metros, una de
las más conmovedoras que conozco. Y eso que la relación entre la montaña y el
hombre ha tenido y tiene muchas historias conmovedoras.
Es
esta una de las montañas más hermosas de los Alpes. Aunque mi nivel de escalada
no me ha permitido alcanzar su cima, sí he podido disfrutarla desde montañas
vecinas y desde su misma falda, donde estuve acampado varios días. Es la
belleza en estado casi puro.
Los
protagonistas son dos hombres singulares, Whimper y Carrel, inglés e italiano
respectivamente. Whimper alcanzó su cima por la arista de Hörnli, en
Suiza, el 14 de julio de 1865. En el descenso, 4 de los 7 participantes en la
ascensión murieron despeñados. Gloria y tragedia muy juntos.
Mientras
tanto, por la arista italiana, la arista de Lion, Carrel estuvo a punto de
llegar el mismo día. Terrible coincidencia, pues él quería que la primera ascensión
fuera desde su valle. Después de años de intentos, por unas horas, le habían
arrebatado su montaña. Decepcionado, regreso al valle sin hacer cima, cuando ya
la tenía al alcance de la mano.
Whimper
no volvió nunca al Cervino. Siguió su carrera de alpinista por el mundo, donde
logró otras primeras ascensiones, acompañado en ocasiones por Carrel con quien
siguió manteniendo estrecha relación. De hecho, algunos de los intentos los
hicieron juntos, sin embargo el del día de la conquista no coincidieron.
Pero,
¿qué hizo el italiano? Tres días después, el 17 de julio, volvió a su montaña e
hizo la segunda ascensión, la primera por la arista de Lion, mucho más difícil. Y a
su montaña dedicó el resto de su vida. La volvió a subir 53 veces,
que se dice pronto.
Su
última ascensión la hizo como guía, acompañando a una cordada. Salieron el 23
de agosto y les sorprendió un temporal. Tuvieron que pasar dos noches en terribles
condiciones. El descenso fue durísimo, pues el frío intenso, el viento y la
nieve impedían toda visibilidad y complicaban cualquier movimiento. Sólo su
extraordinario conocimiento de la montaña y su experiencia les salvaron. Al fin
salieron de las paredes y llegaron a los pastos superiores, ya fuera de
peligro. Había salvado a su cordada, y entonces allí, al pie de su montaña, se
desplomó sobre la nieve y murió. Tenía 61 años. En ese lugar una cruz recuerda su
hazaña.
Esta
historia siempre me ha gustado por muchos motivos. Uno de ellos es que creo que
deja muy clara las dos formas que ya entonces, igual que hoy, había de
relacionarse con las montañas. El que las conquista y el que las ama.
Whimper
conquistó. Carrel, amó. Conquistar es llegar, dejar tu sello, e irte a otra
parte. Ya está todo hecho. ¿Para qué volver? Amar es llegar, dejar también tu
sello, pero luego, volver y volver y volver, ¿por qué no? Volver a estar, a
admirar, a contemplar…
Yo me
identifico plenamente con Carrel y sé que, en los tiempos que corren, esta
forma de acercarse a las montañas es cada vez menos frecuente. Pero es la mía.
No quiero conquistar, quiero conocer; no quiero llegar antes, quiero llegar; no
quiero batir nada, quiero estar. Y siempre saborear la vida, gozarla
intensamente, pues en las montañas es más honda, más alta..., más vida.
Hermosa reflexión. Amor y montaña. Montaña y amor.
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