Cierto
es que hace tiempo, desde el 9 de enero, que no escribo nada en la sección
reflexiones políticas. Y no es porque no tenga “material” para hacerlo, pero es
que ese material me resulta tan incomprensible, tan profundamente
absurdo, que me cuesta el simple hecho de hablar de él, porque para hablar
primero he de pensar. Y pensar sobre lo que está pasando, me duele, me irrita,
me indigna, y me hace daño. Por eso no escribo; pero creo que a veces hay que
ejercitarse en el doloroso ejercicio de llegar a conclusiones a las que no
quisieras haber llegado, y compartirlas, aunque solo sea por hacer más
llevadero el hecho de vivir con ellas. Porque duelen tanto...
La
primera conclusión que comparto hoy es que he de seguir haciendo mía, y cada
vez más, la total convicción de que, como decía Unamuno, me duele España. Porque
me duele lo que está pasando. Porque no tenía que estar pasando.
No tenía que haber vuelto a nuestra historia el ya viejo y lamentable delirio del independentismo catalán, fruto de una antigua y constante manipulación de la realidad y de la historia; y en nuestra España democrática, de la más pavorosa ausencia de principios cívicos y morales. Nos está arrastrando al abismo, y haciéndonos perder a todos unas energías que deberían gastarse en el
bienestar de la gente, y no perderse en ese pozo de emocionalidad irracional
donde fácilmente podemos naufragar como sociedad, como país y como estado.
Al señor Sánchez no lo entiendo. Quiero pensar que actúa con
honestidad, con afán de servicio. Pero siempre me ha parecido simplón en sus
planteamientos e incoherente en su acción. Y turbio en sus intenciones. Y no le
veo capaz de bregar con rectitud y eficacia en los difíciles momentos en que
vivimos. Pero tenía tantas ganas de estar ahí. Ya está, y ahora ¿qué? Ni los de
su propio partido tienen claro qué hace y por qué lo hace. Y encima le tumban,
como era de esperar, los presupuestos. Elecciones anticipadas como desenlace de una extraña aventura ¿Qué buscaba? ¿Qué creía que podría hacer? ¿Tan seguro estaba de sí mismo?
¿Y la aparición de Vox? Me dolió como la de Podemos. Su entrada en la
escena política ha sido muy reveladora. A demasiada gente, que se las daba de demócrata, se le ha visto
el plumero, descalificando con vehemencia un extremo y pactando con el otro. Igual que Podemos nació como reacción a la gestión de la pasada crisis
económica, Vox surge como reacción a la crisis institucional que el
independentismo ha provocado. Son ambos partidos claros indicadores de que
vamos por mal camino. Proclaman ambos a gritos que demasiada gente está hasta las narices de lo que están pasando.
El
resultado es una sociedad que merece seguir viviendo en paz, servida por unos
políticos que deberían preocuparse por la educación, por la sanidad, por el
trabajo, abocada a un conflicto que en otros tiempos, no tan lejanos, nos llevó
a un desastre del que aún, algunos indecentes, mala gente, siguen viviendo.
Sí, me
duele España. ¡Tantas veces lo he dicho en este blog! Me duele que, ante las
burradas y mentiras que tenemos que oír, ante la demagogia apabullante de la
mayoría de los políticos, ante la monstruosa deformación de la realidad y de la
historia de otros, mucha gente se irritará y se radicalizará. Yo me irrito, pero intento
no radicalizarme, aunque yo sé lo que me cuesta.
¡Qué
miedo, ir a unas elecciones con el país en este estado! Y hoy mismo ya tenemos fecha. Pero hay que ir, porque
sólo esa democracia, que dicen algunos que no tenemos, puede salvarnos. Y es
que, entre unos y otros, han abierto la caja de Pandora, y una vez más, las dos Españas están servidas.
Y enfrentadas. En orden de combate. Sea exterminado quien no piense como yo,
puede ser el eslogan. Lo será. Esta es otra conclusión.
Y lo
terrible es que estoy seguro de que la
gran mayoría de los españoles sólo quieren vivir en paz, trabajar a gusto, irse
de vacaciones, tomarse una cerveza con bravas en el barete de la esquina, y ver
crecer a sus hijos en una sociedad libre y con futuro. ¡Ojalá pensemos en esto
cuando vayamos a votar, saltando por encima de la rabia y la indignación que tantos sentimos!
Pero
claro, todos tenemos una cierta capacidad de aguantar el cinismo, la estupidez
y el despropósito, y cuando esta se supera, se ha superado ampliamente, nunca se
sabe lo que puede pasar.
O sí. Y esta es la tercera y más inquietante conclusión. Todo dependerá de que a nivel internacional interese o no la voladura de España
como estado europeo. Con todo esto nos hemos puesto a tiro de fuerzas ocultas y
poderosas. Si interesa, vete tú a saber a quién y por qué, no dudéis de un
desenlace trágico, más pronto o más tarde. Si no, hagan lo que hagan unos y
otros, no pasará nada. Pero quedaremos rotos por dentro. Más aún de lo que estábamos. Y el sueño de la transición, que a tantos nos ilusionó, hecho añicos.
¡Qué lástima
y que miedo llegar otra vez a este puerto! ¿Entendéis por qué hacía tiempo que
no escribía en esta sección? Se me queda un mal sabor de boca…
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