Hace
ya de esto muchos años, tantos que mis sobrinas, Nuria y Laura, andaban por el
bosque de Laberouat, en el Pirineo francés, buscando gnomos entre las hayas y
las rocas cubiertas de musgo.
Su
busca tuvo éxito porque, aunque no vieron ninguno, sí descubrieron, asombradas, una
casita de gnomos. Los gomos no estaban en ese momento en su hogar. Aún recuerdo
sus caritas cuando les explicamos que ellos tienen mucha faena en el bosque
para mantenerlo tan bonito, y que por eso no estaban en casa.
Hoy,
son ellas las que llevan a sus hijos a los bosques. Y quizá ellos también
descubran una casita de gnomos, y a lo mejor vean, con los ojos de la
infancia, alguno escondido entre las hojas, o detrás de una piedra, o tras el tronco gris de un haya. ¡Quién sabe!
Le
tengo cariño a esta foto.
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