FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

jueves, 7 de febrero de 2019

¡Cuánto daño! ¡Cuánto dolor!



Oyendo el otro día al abad de Montserrat pensé, ¡cuánto daño! ¡cuánto dolor! ¡cuánto sufrimiento! Y qué consecuencias tan devastadoras en millones de personas está teniendo y seguirá teniendo el terrible asunto de los abusos sexuales en la Iglesia.
No puedo ni imaginar el dolor del papa Francisco por todo ese daño atroz causado a tantas y tantas personas. Porque esta es una historia de dolor y sufrimiento.
Dolor y sufrimiento, ante todo, de las víctimas. Niños y jóvenes que se encontraron con lo que no podían ni imaginar, y no sabrían ni qué hacer. Y se sabían solos.
Y además, todo en la sombra y en la impunidad de los verdugos durante largos años, años en los que el mal crecía, y se hacía fuerte, porque el mal, sea cual sea, si no se ataja, crece y crece hasta destruirlo todo.
Y ese mal que, oculto, ha crecido, salta a la luz y nos da ahora más frutos ponzoñosos, más víctimas; toda esa gente que, escandalizada, abandona e incluso se enfrenta a la Iglesia, indignada, enrabiada, decepcionada. Y con razón.
Y esa decepción acaba dejando a la intemperie a muchos creyentes que no son capaces de distinguir, y no tienen ellos la culpa,  entre su fe y la Iglesia. Creyentes que siempre han confundido a la jerarquía y el clero con la Iglesia y que, hecha trizas la imagen de aquel obispo, de este cura, de ese fraile…, se quedan con el sentimiento de que les han tomado el pelo, de que han sido víctimas de un timo monstruoso. 
El mensaje limpio y claro del Evangelio queda oculto. Y Jesús, convertido en un fantoche, en un señuelo que “mala gente utilizó para comernos el coco, y luego, mira lo que hacían”. 
Y también la gente que no nos quiere bien, ellos sabrán por qué, encuentran más motivos, y contundentes, para seguir sin querernos, incluso para despreciarnos y hasta odiarnos. Y son ellos también víctimas, porque tendrán más difícil todavía llegar a encontrar algún día la fe.
No juzgo a nadie. No soy quién. La justicia humana debe hacer su trabajo, y la Iglesia, toda la Iglesia, dolorida, humilde, aparte de pedir perdón, debe colaborar en esta tarea hasta las últimas consecuencias, por devastadoras que sean.
Y confiar todos en la misericordia de Dios, en su amor incondicional que perdona, que limpia, que vivifica, que libera, que resucita.

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