He
oído en la radio que se va a celebrar un evento, no sé cómo lo han llamado,
para analizar el impacto en la población de las zonas costeras de la
contaminación que producen los barcos. Lógicamente los ecologistas estaban por
el medio del asunto.
No digo
que los barcos no contaminen, y no sé qué impacto puede tener esta
contaminación en el personal, pero he de decir que me ha sorprendido, y he
pensado, ¡sí que hilan fino! ¿Estará en peligro la salud de la gente de los
poblados marítimos por el trasiego de los barcos que entran y salen en nuestro
puerto? No lo sé.
Y he
pensado también en la capacidad de ver lo lejano e ignorar lo próximo que
suelen tener los ecologistas, individuos preocupados oficialmente por nuestro medio
ambiente; en la facilidad con que hilan muy fino en unas cuestiones y tragan sin rebozo en otras.
Por esto no me extraña que ninguno levante la voz para exigir un plan integral y a largo
plazo contra los incendios forestales, o para poner coto al destrozo imparable
de nuestros senderos provocado por la moda de las carreras de montaña y las
bicicletas todo terreno. Problema este del que nadie habla. Y ellos, menos. Yo hoy
sí voy a hablar de él.
Muchos
de los que han encontrado la gracia a eso de correr por el monte, suben y bajan
por los senderos atajando siempre que se les antoja, rompiéndolo en muchos puntos
y facilitando así la erosión. En los Pirineos, por ejemplo, todos los itinerarios que salen del balneario de Panticosa están reventados gracias a estos
indeseables, y aquí, en Serra, por poner otro ejemplo, la parte baja del
sendero del Oronet es ya una pedrera. ¡Y era un bonito y cómodo caminito!
¿Y las
bicis? Cuando un senderito que llevaba años, a veces siglos cumpliendo su
función, es descubierto por estos nuevos
depredadores, está condenado. Le quedan pocos años de vida, porque los
senderos, y más cuando hay pendiente, están hechos para pies, no para ruedas
que frenan, que derrapan… que lo revientan.
Y de
todo esto nadie dice nada. Más aún, se promociona alegremente, y muchas veces, son los individuos más comprometidos con el medio ambiente los que con más
ahínco entran en este juego insensato.
Por
eso, cuando oí lo del aire contaminado de los barcos, me chocó. A ver cuando
hacen una reunión, o como diablos quieran llamarle, para poner freno a la
masiva agresión que está sufriendo nuestra red de senderos, y por lo tanto
nuestros montes.
Habría
que educar a la gente, regular, vigilar, sancionar, porque siempre hay
listillos e imbéciles, reparar el mucho daño hecho… Pero, ¡sabéis qué os digo?
Que a esto no se atreverán.
Porque
hay intereses, y porque es esta forma de acercarse al monte una moda políticamente
correcta, correctísima, pero para nada respetuosa con el medio ambiente, para
nada ecológica, para nada sostenible. Y lo pagaremos, las futuras generaciones, si no se pone coto a
tanto desatino, pagarán nuestra imbecilidad. Aunque ya no tengamos la
contaminación de los barcos.
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