Estarán
hoy volviendo a casa dos buenos amigos. Vienen de los Alpes.
A vosotros nos dirigimos. Os damos, Isabel y yo, la enhorabuena de todo corazón, y compartimos vuestra alegría. ¡Bienvenidos a casa!
A vosotros nos dirigimos. Os damos, Isabel y yo, la enhorabuena de todo corazón, y compartimos vuestra alegría. ¡Bienvenidos a casa!
Y a
modo de bienvenida queremos compartir con vosotros este texto, con el que me identifico plenamente, de un biólogo pirineista
francés, Claude Dendaletche, y que ya he compartido alguna vez en el blog, pero al que
hoy veo un sentido especial.
Porque hace ya mucho tiempo olvidé un fragmento, quizá el más importante, de tal modo que el texto se transformó en una pregunta, una pregunta que todo montañero se ha hecho alguna vez. Leed primero el texto.
Porque hace ya mucho tiempo olvidé un fragmento, quizá el más importante, de tal modo que el texto se transformó en una pregunta, una pregunta que todo montañero se ha hecho alguna vez. Leed primero el texto.
El
conocimiento del universo de montaña nos lleva a un cierto estilo de vida donde
se mezclan la alegría de vivir y el sufrimiento, la meditación y la actividad
febril, pero siempre se siente en el trasfondo personal un impulso formidable
que invita a vivir, que convence de que la vida es muy bella, y de que en lo
más profundo de los bosques, en lo más secreto de las cascadas, o en la desnudez
más fría del desierto de piedra alpino, encontraremos… ¿? y entonces elevando los
ojos hacia la noche pirenaica alcanzaremos con otros el universo fantástico de la
vida.
José Ángel, Miguel Ángel, ¿Qué
encontrasteis ayer allá arriba, en los 4807 metros del Mont Blanc?
Un
fuerte abrazo.
Ufff! Jesus que cierto este texto. Y que bonito... Esta tarde J.Angel me ha leido algo que escribió ayer y coincide mucho mucho con el sentido de este texto.. Ya lo compartirá contigo, a ver a ti qué te parece. Muchas gracias a los dos por compartirlo con ellos. Y por alegraros tanto de su felicidad... Un abrazo.
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