Con la
llegada de las vacaciones, colegios e institutos ha dejado de cumplir su
función de control y contención de una población, a los hechos me remito, cuya conducta actual deja en evidencia el fracaso de las familias y del sistema
educativo.
¿Alguien esperaba un comportamiento maduro y responsable de una juventud educada en la irresponsabilidad y el egoísmo, mimada y consentida hasta extremos inauditos? Empezaron con la vergüenza intolerable de los botellones, y ahora, con las vacaciones, ancha es Castilla. Como toros que salen del toril corriendo ciegos hacia ninguna parte, se lanzan a la fiesta como si nada hubiera pasado, como si nada estuviera pasando.
A
ellos qué les importa el dolor y el sufrimiento de tanta gente. Mientras yo me
divierta con la peña, a los demás que les den. Es el solidario planteamiento en
el que se basan.
Y que nadie me venga con que no toda la juventud es así, y que también hay adultos que déjalos ir. ¡¡Ya lo sé!! Pero ese planteamiento es el del avestruz que mete la cabeza debajo del ala. No es una minoría de jóvenes la que puede hacer que el virus vuelva a circular masivamente, aumentando el riesgo de mutación, para devolvernos así a la casilla de salida. No es una minoría.
Sé que
hay jóvenes indignados con sus compañeros, lo sé. Y conozco algunos. Pero más
allá de las estadísticas y las noticias, lo que a mí me trasmiten es que ellos
sí son minoría, ellos, los friquis, los que no entienden esa aberración anual
de Mallorca, por ejemplo, y tienen la personalidad suficiente y el sentido
común de montárselo de otra manera. Ellos son los menos.
Con
sus dieciséis, diecisiete, dieciocho años ya tienen responsabilidad de lo que
hacen, pero no toda. La permisividad, la falta de valores, la renuncia a la
autoridad, y la incoherencia tanto del sistema educativo como de muchas
familias, entre otras causas, han creado un caldo de cultivo que, unido a las
naturales características de los adolescentes y jóvenes, dan el resultado que
dan. En suma, un sistema educativo politizado e incoherente y la institución
familiar en crisis, también son responsables, los primeros responsables.
Cuando
nada especial pasaba, pues bien. Pero ahora, cuando la ola viene alta, nos
damos cuenta de que no sabemos nadar. Y ya no hay remedio.
Es lo
que pienso. Con permiso o sin él de los que creen que estamos en el País de las
Maravillas de Alicia.
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