Creo
que es más una medida mediática, movida por rastreros intereses políticos, que
sanitaria. El verano, con una gran movilidad del personal y con la juventud
despendolada y sin vacunar, no es el mejor momento para quitar mascarillas ni
dentro, ni fuera ni en ningún sitio.
Igual
de absurdo era que yo no pudiera ir al monte solo, pero sí a un bar con los
amigos a almorzar, como que ahora podamos quitarnos ese odioso artilugio al
aire libre, si hay distancia etc, etc, etc.
Yo voy
a seguir como hasta ahora. Y seguiré sin
dar la mano, sin abrazar, sin besar más que a mí mujer. Y evitaré
aglomeraciones donde, dicho sea de paso, me lo paso (perdón por los dos pasos)
muy, muy mal. Y estoy vacunado del todo. Y todo esto (perdón por los dos todos)
muy a mi pesar.
Esto
no se ha acabado. ¡Qué más quisiéramos!
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