Una
breve reflexión sobre la magnanimidad que pide el Gobierno a la ciudadanía a
propósito del indulto a los presos por el proceso independentista en Cataluña.
Me
parece muy bien. La magnanimidad es buena. Sólo veo un problema, y es que
puestos a ser magnánimos seámoslo con todos. Con todos o con nadie. No entiendo
cómo se apela a ser magnánimos con unos señores que se han situado fuera de la
ley de un modo claro y rotundo, y no existe la más mínima magnanimidad con un
partido como Vox, por ejemplo, que no
está fuera de la ley, siendo su único “delito” pensar de un modo radicalmente
contrario al del Gobierno, y en muchos aspectos al mío. Pero tango claro también
que las reiteradas llamadas a cordones sanitarios para aislarlos y excluirlos
tienen poco de magnánimo, aparte de ser una falta de respeto, improcedente en
democracia, a los ciudadanos que libremente les votan. Y tristemente hay más
ejemplos.
Magnanimidad
sí, pero con todos. Por lo tanto, he concluido que no es una cuestión moral
esto de ser ahora magnánimos. Es una maniobra política cuyos planteamientos y
alcance desconocemos la mayoría.
¡Ojalá
no fuera así!
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