A las
5 horas y 31 minutos ha entrado el verano astronómico, porque el meteorológico,
que empezó el junio, ya se ha hecho notar desde hace días, y además con cierta
bravura.
Para
recibir a la estación que me menos me gusta, pero de la que tengo gratísimos
recuerdos, voy a compartir un capítulo de Platero y yo titulado precisamente, El
verano.
Es un
texto que, como otros muchos, me traslada a la infancia y primera juventud,
época aquella en la que sí me gustaba, pues suponía una liberación del cole,
donde no lo pasaba bien, y un contacto mayor con la naturaleza que siempre,
siempre, desde que tengo uso de razón, me ha resultado gratificante y
necesario.
Leedlo
tratando de ver con los ojos de la mente, llevados de la mano de Juan Ramón
Jiménez, esos momentos que todos hemos vivido en los meses estivales.
Los insectos, (los tábanos), la música del pinar en verano (las chicharras), la luz cegadora, las resistentes flores de verano, el calor, la sombra amable de un árbol, las sandías…
Platero
va chorreando sangre, una sangre espesa y morada, de las picaduras de los
tábanos. La chicharra sierra un pino, que nunca llega… Al abrir los ojos,
después de un inmenso sueño instantáneo, el paisaje de arena se me torna
blanco, frío en su ardor, espectral.
Están
los jarales bajos constelados de sus grandes flores vagas, rosas de humo, de
gasa, de papel de seda, con las cuatro lágrimas de carmín; y una calina que
asfixia, enyesa los pinos chatos. Un pájaro nunca visto, amarillo con lunares
negros, se eterniza, mudo, en una rama.
Los
guardas de los huertos suenan el latón para asustar a los rabúos, que vienen,
en grandes bandos celestes, por naranjas… Cuando llegamos a la sombra del nogal
grande rajo dos sandías, que abren su escarcha grana y rosa en un largo crujido
fresco. Yo me como la mía lentamente, oyendo, a lo lejos, las vísperas del
pueblo. Platero se bebe la carne de azúcar de la suya como si fuese agua.
Como
siempre digo, sea este un verano benévolo, y que cuando llegue el otoño, no
hayamos tenido que lamentar, los pocos que después de todo lo lamentamos de
verdad, una nueva herida en la hermosa naturaleza que nos rodea.
Así
sea. Amén.
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