Creo
que es justo reconocer hoy, último día del curso con alumnos, la labor de los
colegios e institutos durante este difícil curso. Por muchos motivos que
podrían resumirse en uno, haber permitido que, pese a la pandemia, la sociedad
entera haya seguido funcionando.
Imaginad
por un momento que los niños y adolescentes se hubieran tenido que quedar en
casa. Hubiera sido como meter un palo entre los radios de la rueda de la bici.
El caos hubiera sido absoluto.
Pero
las cosas han ido muy bien en educación, y los centros docentes han seguido
funcionando, permitiendo una cierta normalidad laboral que hubiera sido
imposible con los niños y no tan niños en casa.
Incertidumbre,
preocupación, miedo, además de frío. Dar clase, vigilando siempre el adecuado
cumplimiento de todas las medidas adoptadas por las autoridades que,
previamente, en un trabajo impresionante, se habían tenido que adaptar a cada
centro.
Ha
habido momentos muy duros. Compañeros y alumnos que enferman, grupos
confinados, repuntes de contagios un día tras otro, la vacuna que no llega,
luego que tiene graves efectos secundarios…
Seguir
adelante, había que seguir adelante. Si la educación se paralizaba, todo se
bloquearía. Y lo han conseguido. Lo han conseguido.
La
imagen de un aula con las ventanas abiertas en un día de frío, viento y lluvia,
con los alumnos equipados con sus mascarillas, gorros, guantes y bufandas, bien
separados unos de otros, siguiendo la clase, es conmovedora.
Con la
primavera fue llegando mejor tiempo, las vacunas, datos esperanzadores y la
satisfacción contenida de que lo estamos consiguiendo, parece que lo estamos
consiguiendo; pero daba miedo alegrarse demasiado, o demasiado pronto. Hemos tenido
tantas desilusiones, hemos aguantado tantas frustraciones…
En
esta historia que aún sufrimos, ha habido y hay muchos héroes anónimos en todos
los ámbitos de la sociedad a los que nunca estaremos suficientemente agradecidos.
Pero hay que reconocer que sanidad y
educación, colectivos sobre los que se basa nuestro bienestar, han
estado también, y de un modo muy especial, a la altura de las circunstancias en
un tiempo muy difícil.
Y hoy,
el aplauso merecidísimo que durante semanas dábamos a los sanitarios, creo que
debemos darlo a los docentes y al personal no docente de los centros. Se lo
merecen. De verdad que se lo merecen. Y también a los alumnos que,
mayoritariamente, casi masivamente, lo han hecho muy bien. Tampoco para ellos
ha sido fácil. Niños y adolescentes actuando en contra de sus naturales
impulsos dada su edad, sin el apoyo que la madurez o el miedo de los adultos, o
ambas cosas, les daba a sus profesores.
Gracias
a todos, compañeros, amigos. Desde mi privilegiada situación de jubilado, y de
un modo muy especial a través de Isabel, he seguido día a día, muchas veces con
preocupación y angustia, otras con esperanza, siempre con admiración, vuestro
combate. Y habéis vencido. Habéis conseguido que me sienta orgulloso de haber
pertenecido a vuestro gremio.
¡Enhorabuena
y que Dios os bendiga!
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