Me resulta
un espectáculo terrible, triste y vergonzoso el rifirrafe entre el presidente
Puig y el mundo del ocio nocturno. Esperemos que Puig aguante el tipo y las
instancias judiciales actúen con sensatez y sentido común.
Está
claro que la pandemia ha creado una fortísima tensión entre la sanidad y la
economía. Entre la salud y el dinero. Y que tratar de conciliar ambas
prioridades ha sido y es muy difícil. Porque ambas son prioridades, pero a
menudo incompatibles en estas circunstancias.
Terminado
el martes el toque de queda, que tanto bien nos ha hecho, la hostelería
noctámbula, por llamarle de algún modo, el ocio nocturno dicen, no quiere
ninguna restricción. Ancha es Castilla.
El sr.
Puig dice que sí, que ahí vamos, pero que poco a poco. Que de momento hasta las
dos y sin pista de baile. Eso no es rentable, le dicen, y
van a acudir a los tribunales. Y más aún, con la amenaza de que si no se les
deja campo libre, crecerán los botellones como setas en otoño, y añaden, para
más inri, que las fuerzas de seguridad no podrán controlarlos. ¡Y lo triste es
que tienen razón!
Porque
lo rentable es, abierto hasta el amanecer y con baile
incluido. De mascarillas (que siguen siendo obligatorias) y de distancias de seguridad ya ni se habla. Y todo esto en locales
cerrados, como suelen ser los de ocio nocturno.
Se da
además la circunstancia de quien quienes más frecuentan este tipo de locales
son jóvenes y adolescentes, a los que no ha llegado la vacunación, y aún
tardará en llegar. Y que el virus no sea tan letal con ellos como con los
mayores, no quiere decir que sean inmunes.
El
coctel puede ser explosivo.
Entiendo
lo mal que lo han pasado este tipo de negocios, pero no solo ellos lo han
pasado mal. Y de lo que se trata es de que empecemos a dejar de pasarlo mal
todos; y para eso hace falta paciencia y altura de miras. Hace falta tener unas
prioridades de acuerdo a unos principios morales, claras.
Se
puede dar una situación tan absurda, como la que expongo a continuación. En un
acto de graduación de bachiller, se están planteando tomar la temperatura y anotar el nombre y DNI de los asistentes. Y como de aforos y distancias ya no se habla, exigir el uso adecuado de la mascarilla. Acertado y responsable planteamiento. Pero luego los chavales se irán a una discoteca donde según desean
quienes de ellas viven podrán… ¿hace falta que siga?
Esto
no tiene sentido. Resulta, como ya he dicho, terrible, triste y vergonzoso. Y
profundamente incoherente. Y es que si esta pandemia ha sacado lo mejor de
nosotros mismos, también ha dejado bien a la vista lo más miserable de nuestra
condición humana.
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