Hoy hace 50 años que murió en Méjico, Luis Cernuda.
Murió de un infarto, y lo encontraron junto a la máquina de escribir, y un
libro de Emilia Pardo Bazán en las manos. Había nacido 61 años antes en
Sevilla, y se exilió en la guerra civil, no volviendo nunca a España.
Cernuda es uno de los grandes poetas del amor en
lengua española, pero no sólo del amor, sino también del sufrimiento y la
soledad.
Como homenaje en este 50 aniversario de su muerte os
propongo uno de los poemas que más me impactaron cuando lo leí hace ya muchos
años, poema que me sigue impresionando por lo directo, lo duro, lo tristísimo y
a la vez, lo extraordinariamente bello que es.
Donde habite el olvido,
En los vastos jardines sin aurora;
Donde yo sólo sea
Memoria de una piedra sepultada entre ortigas
Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.
Donde mi nombre deje
Al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
Donde el deseo no exista.
En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
No esconda como acero
En mi pecho su ala,
Sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el
tormento.
Allí donde termine este afán que exige un dueño a
imagen suya,
Sometiendo a otra vida su vida,
Sin más horizonte que otros ojos frente a frente.
Donde penas y dichas no sean más que nombres,
Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
Disuelto en niebla, ausencia,
Ausencia leve como carne de niño.
Allá, allá lejos;
Donde habite el olvido.
Es el deseo de un hombre cansado de sufrir, cansado
de violentarse a sí mismo, de negarse a sí mismo, cansado de no poder amar y
saberse amado en plenitud y libertad. Y ese cansancio profundo, esencial,
radical, le lleva a la única posible salida, a la muerte, a reposar por fin libre de deseo, libre de amor, “en los vastos jardines sin aurora donde habite
el olvido”.
Y este sufrimiento suyo se hace literatura con
mayúsculas. Es lo que más me impresiona de Luis Cernuda, la pavorosa
autenticidad de su poesía. Es el saber que éste, como otros muchos poemas suyos,
arranca de lo más hondo de su vida. Sus palabras expresan sentimientos reales,
no son palabras bonitas, que lo son, no son juegos literarios. A través de su
magnífica obra vemos a un hombre que vivió con honestidad y bebió hasta el
fondo el cáliz que le tocó en suerte.
Por esta autenticidad, por el valor testimonial de lo que escribió, Luis Cernuda me ha merecido siempre un profundo respeto; por eso cada vez
que me acerco a sus poemas, lo hago sabiendo que estoy entrando en el centro mismo
del corazón de un hombre. Descanse en paz Don Luis Cernuda.
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